© Enrique Alcalá Ortiz

         Nunca en Priego se había visto igual y tan continuado. El tercer concurso de disfraces fue de nuevo todo un éxito rotundo de participación masiva y desenfadada donde la juventud, -casi todos  jóvenes eran los mascarones-, exteriorizó ese perfil bullanguero del que son portadores ilusionados.

         Al paso de tal cantidad de disfraces, vestidos, derroche de imaginación y bulla, me puse a pensar de nuevo que desde la llegada de la democracia, parece que fue ayer, y la legalización de nuevo del Carnaval prohibido a cal y canto por el dictador Franco, en Priego ha habido varios intentos de recuperar el tiempo perdido en esta fiesta de carnestolendas, y así, con un vivir mortecino, lánguido y apagado hemos ido viendo como la fiesta no acababa de cuajar de una forma multitudinaria. Los años iban pasando sin conseguir ponernos a la altura de otros pueblos de la comarca. No acabábamos de coger el ritmo, parecía como si lleváramos un garbanzo en el pie el cual nos impidiera andar con soltura y a ritmo de marcha. Parece ser que todo esto se va quedando atrás y empezamos a coger onda, la onda de desenfado y la alegría sana.

         Una sintonía totalmente diferente a la década de los cincuenta. Aquella de mis años mozos. Entonces, el nivel de vida era muy bajo. Era impensable gastarse dinero en un vestido para usar sólo un día, cuando lo corriente era usar la ropa hasta que se caía a pedazos. En los barrios se organizaban rincoros, donde los mocitos y mocitas bailan horas y horas bajo el cielo estrellado aquellas coplas que hemos recogido en nuestro Cancionero Popular de Priego; se hacían candelas con los muebles viejos y se jugaba con los cántaros, búcaros y botijos inservibles, echándolos de uno a otro hasta que caían en el suelo y se hacían añicos, al mismo tiempo que provocaban el regocijo de los participantes. Si esporádicamente salía alguna máscara, muy raramente con algo nuevo para la ocasión, iba con ropas antiguas o usadas, pobretones a rabiar, con la cara descubierta, de otra forma, los agentes de la autoridad la metían en ?el cuartillo?, unos días. Ya, ya, los alcaldes cumpliendo órdenes del gobernador de la provincia publicaban unos bandos prohibiendo una de las pocas fiestas sin santos que por entonces teníamos. Para nada servía la copla popular que se cantaba:

No me conoces, no me conoces

Y como no me conoces

No sabes decir quien soy

Y como no me conoces

La lata yo te la doy.

         De nuevo vuelvo a la realidad que se ofrece a mis ojos. Los concursantes debían concentrarse en la Fuente del Rey donde los componentes de jurado iban comprobando las inscripciones, dando un número y calificando cada una de las clases participantes: individual, pareja y grupo. Desde allí el desfile partió con dirección al Paseíllo donde se darían a conocer los ganadores. En un balcón del edificio del inicio de la calle la asociación ecologista ?Genfi? había colocado una pancarta donde se leía: ?Depuradora ya?. Otros pueblos la tienen, ¿qué pasa con el nuestro? Poco a poco se va despertando la conciencia colectiva por los problemas que nos afectan.

         En el multitudinario, apabullante y colorista desfile donde muy bien iban entre 500 y 1000 personas (sin exagerar) disfrutamos los disfraces más variopintos cuyo detalle pormenorizado ocuparía varias pantallas de ordenador: clases de razas: indios, chinitos, negros, gitanos; culturas, moros cristianos, ?tuaregs?; momentos históricos, césares, ejércitos romanos, guardias civiles; escenas literarias como las de los molinos de Quijote, personajes de los cuentos de Andersen de Perrault; adelantos modernos como los teléfonos móviles; nuestros colores y fiesta nacional; vestidos futuristas y extraterrestres; hermandades, grupos de rocieros; una variada fauna de hormigas, monos, mariposas, leones; discotequeros, novias, caras de políticos, piratas, zombi, viejos, jóvenes, pornos, y más, que se cubrían su cara con los más variados colores o usaran caretas de fábrica. En fin, caretas y carotas para todos los gusto y con las ideas más ingeniosas que a pie o e caravana móvil, hubo tractores y remolques, deleitaron el numeroso público apelotonado a todo lo largo de la calle Río. Y que a mí me hicieron componer esta copla:

En los carnavales de antes

se cantaba en los rincoros,

ahora se pasean vestidos

mirándose unos a otros.

         Después, un conjunto de música animó el jolgorio para mover el cuerpo al ritmo de bailes modernos, si bien mucha juventud se metió en las discotecas, para continuar ?la marcha?, los avispados dueños, queriendo estrujar el melocotón en almíbar también habían organizado sus propios concursos y desfiles.

Mientras tanto, el rostro broncíneo de nuestro paisano don Niceto observaba impasible el fiestón de sus paisanos. Los adornos colgantes y mascarones enormes colocados en la fachada del edificio municipal se reían incansablemente, mientras La Banda Beethoven amenizaba la fiesta.

Como siempre hay ?peros?, el antiguo ex concejal de Festejos me decía que los conjuntos de chirigotas tenían que haber desfilado, sólo lo hicieron los ganadores, y después debían haber cantado su repertorio, en vez del conjunto, más apropiado para los días de feria y verbenas de barrio.

         Un detalle destacado, va a más, ha sido el elevado número de hombres que se han visto vestido de mujeres. Mujeres despampanantes y atractivas, posiblemente acomplejados durante todo el año en sus cuerpos de varones. ¿Por algo será? ¿Por algo será? Cuando el hombre se viste de mujer: ¿por algo será?, ¿por algo será?

         Los premios se adjudicaron de la siguiente forma:

·         Mejor disfraz individual: ?Eduardo Manostijeras?, 25.000 pesetas.

·         Primer premio parejas: ?Las Marmolinas?, 30.000 pesetas.

·         Segundo premio parejas: ?Los Roboces del 2000?, 15.000 pesetas.

·         Primer premio grupo: ?Brasil?, 50.000 pesetas.

·         Segundo premio grupos: ?Peacitos de España?, 25.000 pesetas. ?La hormiga y su peña?, 25.000 pesetas.

         Por innovar, el nuevo concejal de Festejos, Rafael Ramírez propició un taller de maquillaje, dirigido por la Academia Laly Alcaide para que las fantasías faciales y otros dibujos corporales se hicieran con matices artísticos.

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