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06.20. NICETO ALCALÁ-ZAMORA (1877-1949). UN SUPERDOTADO DE PRIEGO DE CÓRDOBA

 




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RELIGIOSIDAD POPULAR. Cofradías y hermandades - Hablan del Nazareno de Priego

20. DE LAS ALBÓNDIGAS A LOS ZAPATOS DE CHAROL

Recuerdos de los años cincuenta del siglo XX.



 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

            Los días grandes de la Semana siempre se iba de nuevo. Era inconcebible, como hoy vemos, que muchos fueran desaliñados o mal vestidos. Pobres pero bien, era el lema inquebrantable. Si había que estrenar algún trapo, ‑que por lo general era una prenda de invierno a pesar de estar en primavera y acercarse el verano‑, siempre se hacía en estas fechas, siguiendo el dicho popular que en Domingo de Ramos el que no estrena se le caen las manos.

            Después del encalo, y varios días antes del Jueves Santo, ‑que era cuando empezaba la Semana Santa, pues la bajada de la Virgen de los Dolores de su ermita del Calvario pasaba desapercibida para muchos‑, se empezaba a preparar la comida que se consumiría en los días de fiesta: el escabeche, albóndigas de boquerones, potaje de Semana Santa y bacalao frito o a la cazuela eran los platos que más se repetían. Los dulces caseros completaban el menú ausente de carne: los duros palillos de San Antonio, el piñonate, los pestiños morunos y sobre todo las magdalenas que se hacían en la casa pero que se cocían en el horno. Todas las calles del pueblo olían a confitería. Y las mujeres orgullosas con sus productos, exhibían, en sus bandejas recogidas en el horno, los moldes de lata llenos de una pastosa mezcla. En un primer viaje, el dulce crudo, recién hecho en casa, partía en busca de la cocción y en un segundo, el dulce caliente y oloroso en cenachos de mimbre volvía al hogar para ser guardado celosamente hasta las fiestas. Para sus adentros, las amas de casa se iban diciendo que como la receta que habían usado era la apropiada, todas las magdalenas se habían desbordado y su color amarillo huevo se había dorado hermosamente por la cocción. Todas estaban diciendo: "Comedme".

            Aparte, se hacía el alimento del rito: el hornazo. No puedo comprender como entre tanto dulce haya una masa tan insípida. Algo lúdico se muestra en este día allí en el Calvario cuando las manos levantan tanta gallina con cresta de fieltro rojo y ojos de pimienta. El huevo duro, la sal, el agua y la harina de su composición se hacen misterio religioso cuando Jesús los bendice. Ahora ya empiezan a llevarse neveras con variados alimentos donde no faltan las bebidas espirituosas. Con esta innovación moderna, la celebración va camino de convertirse en un "picnic" en lo alto del monte.

            Con la casa limpia, el estómago lleno de albóndigas y magdalenas, y los zapatos de charol reluciente de no ponérselos porque se rompen, se estaba dispuesto para, después de los oficios del jueves, esperar en la Carrera de Álvarez un golpe de fortuna y que la bolsa que tiraba Judas en su arrepentimiento te cayera cerca y pudieras disfrutar de las treinta y pico monedas que tenía, y días más tarde, fueras orgulloso a devolver la bolsa a la directiva de la Columna, vacía, por supuesto. El afortunado se hacía famoso aquellos días.





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