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03.16. CARCABUEY EN EL ARCHIVO DE LA REAL CHANCILLERÍA DE GRANADA. (Trabajo de campo)

 




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desde el 1 de mayo 2007
Poemas a Priego - Poesía

LA FERIA Y EL CORTIJERO (y otros poemas)

Composiciones famosas de Manuel Muñoz Jurado: "La Feria y el cortijero", "La Semana Santa y el cortijero", "El pavo de Navidad" y "La Fuente del Rey".

MANUEL MUÑOZ JURADO



 

LA FERIA Y EL CORTIJERO

 

Un cortijero muy joven

tunillo y modernizado

vino a la feria este año

quedando de ella asombrado.

 

Loco de contento vuelve

al cortijo emocionado

a contárselo a sus padres,

lo que había disfrutado.

 

¡Jozú, papa, qué bullicio!,

con to aquello funcionando:

las calles llenas de gente

con artavoces zumbando.

 

Unos comen papas fritas,

otros el helao chupando,

otros vendiendo corbatas

y to el mundo trajinando.

 

Llenito to de cachuchos

que no cabía un garbanzo;

y de turrón más que nunca

tos los puestos rebosando.

 

Me jarté de tejeringos

con chocolate pelando.

Me monté en los caballicos,

y me subí en el látigo.

 

Nunca lo hubiera yo jecho

meterme en aquel trajín;

el estógamo se puso,

inframao como un cojín.

 

Degorví toa la comía

con el látigo infernal;

los tejeringos llegaron

al tejao del sacristán.

 

Cuando ya me serené

de aquel terrible mareo

me curé con un TAN TAN

y me jui hacia el Paseo.

 

Allí se estaba en la gloria

con aquellos riflertores

cuajaíco de muchachas

más bonicas que las flores.

 

Había un jardín por dentro

con muchas flores y prantas;

en el techo farolicos

con luces verdes y brancas.

 

Bailaban allí toiticos

sobre una juente mu larga;

¡qué bonico estaba aquello

con los chorricos del agua!

 

De momento me acordé

de la estauta del Obispo[1].  

El probe, qué malos ratos

le dan estos zeñoricos.

 

Este año lo han tapao

con un techo de cañizo;

con la zayuela liao,

y dos orzas de chorizo.?

 

Vide unos forasteros

que me dio mucha risica;

las mujeres con carzones,

y los jombres con rajica.

 

Las gentes visten acina

porque acina sopra el aire;

y está el mundo ajemellao,

que no lo conoce naide.

 

Er dinero hay que gastallo

y no ser ya tan mojino;

porque no se sabe papa,

lo que viene por camino.

 

Aluego me jui volando

por el Llano a ver el circo;

aquello tiene mandanga

¡jozú, papa, qué bonico!

 

Unas mujeres había

 por lo menos veinticinco;

corrían sobre la nieve,

sin menear el jocico.

 

Llevaban unos carricos

ataícos a las patas

y corrían sin caerse,

que iban como las balas.

 

Otra mujer casi esnúa

andando por el alambre

con mu poquitilla ropa,

como si juera acostarse.

 

Un saltarín dando trechas

jugando con un payaso,

era reventar de risa

¿jozú, papa, qué feriazo!

 

Te cuento papa y no acabo

estamos perdiendo el tiempo;

encerraos en el cortijo,

con lo que hay en el pueblo.

 

Semos unos desgraciaos

y mus tratan como payos;

y acá teniendo jineros,

debemos e disfrutallos.

 

Papa, ¿no te gusta el cini,

 y tomarte una Citrania

en ese bar tan bonico

que le llaman bar el Xania?

 

Papa, vende la yunta

la cochina y el borrico

y compra una casa en Priego,

que quiero ser zeñorico[2].

 

 

LA SEMANA SANTA Y EL CORTIJERO

 

Papa, te voy a contar

lo que es la Semana Santa

porque esta fiesta de Dios,

la llevo dentro del alma.

 

La tarde del Jueves Santo

que es tarde de sentimiento,

se celebra en la Carrera,

el hermoso Prendimiento.

 

Los apóstoles asoman

los doce con el Señor

el uno detrás del otro,

con dulzura y con amor.

 

Sube el Señor despacico

sobre un tablao de maera,

y empieza allí mesmico

lo de la parte primera.

 

Los apóstoles se parten

de seis en seis en ca lao;

con una humildad tan grande

que te queas escuajao.

 

El Señor se pone en medio

y con mucha devoción,

va repartiendo a peazos,

la torta del mojicón.

 

Van cogiendo callaícos

uno a uno, su ración;

menos uno con mal genio,

que la coge al rebatón.

 

Este robón que jacía

estas cosas al Señor,

si no me equivoco, papa,

era Judas, el Traidor.

 

¡Dicho y jecho, papa mío!

En aquella hora tierna

en que naide lo esperaba,

llegó con una linterna.

 

Busca que busca, temblaba.

La noche se vino encima;

cuando lo encontró les dijo

a los sayones asina.

 

«A ése que le dé yo el beso

que tiene ese largo sayo,

 ése es Jesús Nazareno.

Aprendello y amarrallo».

 

El cuerpo se me escompuso

de ver a tanto sayón;

porque aunque fuera de broma,

me dio pena y compasión.

 

Qué sentimental y triste

es la historia del Señor;

para salvar a las criaturas,

hay que ver lo que sufrió.

 

En Jesús en la Columna

se refleja el sufrimiento

cuando sale en procesión

la noche del Prendimiento.

 

Se le ven hasta las venas

los huesos, los cardenales,

qué escultura más divina

qué propia estaba su imagen.

 

Y forman su procesión

dos filas muy serenicas,

de blanquitos penitentes,

que paecen palomicas.

 

Y vamos al otro día

que es día de Viernes Santo;

lo más grande de este pueblo,

la procesión del Calvario.

 

To er mundo vestío de nuevo

con el mejor atavío;

ricos y probes gozando

en medio de aquel gentío.

 

El pueblo jecho una masa

llenico de forasteros;

 y del campo se veían,

toitícos los cortijeros.

 

Se oyen con su tambor

más de treinta bacalaos;

van pegando trompetazos,

en busca de los armaos.

 

La Cruz de la Iglesia

viene seguía del escuadrón;

camino de San Francisco,

en busca la procesión.

 

Como un sol de primavera

Jesús por la puerta sale;

¡Dios mío de mi corazón

Ya está Jesús en la calle!

 

Si vieras, papa, qué hermoso

aunque tú lo tienes visto;

a Jesús el Nazareno,

en sus andas tan bonico.

 

Con esa Cruz y ese pelo

y ese mirar tan airoso:

con ese manto bordao,

tan morao y tan garboso.

 

Mira, qué causa respeto.

Mira qué causa fervor;

da gana de dalle un beso,

porque es el propio Señor.

 

Yo no sé que es lo que tengo.

Yo no sé lo que me pasa;

estas cosicas de Priego,

me traen de cabeza, papa.

 

A mí me gusta to esto

más que la feria un peazo

tengo, papa, una alegría,

¡Ay, qué Semanansantazo!

 

Al llegar casi al Palenque

el capitán del plumero,

dice mandando a la gente:

«¡Escuadrón, paso ligero!».

 

Unos corren por allí

otros por el Caminillo;

el pueblo detrás de Él,

hombres, mujeres, chiquillos.

 

Las criaturas enloquecen

con vivas de corazón;

al verlo allí en el Calvario,

echando la bendición.

 

Era pa verle su mano

girando como un lucero;

que parece la movían,

los angelitos del cielo.

 

Con Jesús están presentes

junto a su mismo laíco,

la Virgen de los Dolores,

y el probe de San Juanico.

 

La Virgen mira a Jesús

sin mover una pestaña;

¡esto del Calvario, papa,

es lo más grande de España!

 

Y ya está to bendecío

pa que florezcan los campos;

y también ha bendecío,

a los niños los jornazos.

 

Aquí termina su obra

y lo bajan tan sereno;

 ¡Papa, qué me vuelvo loco!

¡Viva Jesús Nazareno!

 

Aluego en la calle Río

rejunta la formación;

se ponen tos en su sitio,

penitentes y escuadrón.

 

Empieza la campanica

y el hombre que da el pregón,

dice cosas mu bonicas,

del libro de la pasión.

 

Al poquillo una saeta

que sale del corazón,

acaba en vivas y gozos,

a nuestro padre Jesús.

 

Al pronto sale una orquesta

tocando con suavidad,

una cosa mu melosa,

que ya me acuerdo. ¡Verás!

Tu ru ru ru, tu ru ru...

 

¡Papa, ¿no ves qué milagro?

 Esta música lo canta.

Compra una casica en Priego,

pa ver la Semana Santa.

 

¿No te conmueve Jesús

con esa cruz y ese pelo

que te da aceite to el año,

y te llena los graneros?

 

Papa de mi alma, ¿qué esperas?

¡Ezapata ya el talego!

 Dile a mama que se arranque,

y vamunos tos pa Priego[3].

 

 

EL PAVO DE NAVIDAD

 

 

¡Nochebuena qué delicia!,

noche de amor familiar,

con cante de villancicos

que anuncian la Navidad.

 

Todo es placer y alegría,

todo es dicha en el hogar:

se celebra con manjares

en toda la cristiandad.

 

Pero no es todo alegría,

os lo voy a demostrar:

pues mientras unos disfrutan

otros tienen que diñar.

 

La víctima ¡pobrecilla!

ya saben la qué será,

igual que todos los años:

el pavo de Navidad.

 

La muerte la tiene encima,

pobre pavo, ¡ay qué ver!,

que corre la misma suerte

del cerdo de San Andrés.

 

El garullo con nobleza,

resignado sin igual,

se entrega con entereza

al festín de Navidad.

 

Antes, por calles y plazas

ha tenido que cantar;

guiado con una caña,

por si lo quieren comprar.

 

Los chiquillos le han silbado

y con prueba de amistad,

se puja, muy colorado,

y les dice con bondad:

 

«Guru, guru, guru, guru.

Soy de vosotros manjar;

con estos muslos y alones,

los dedos vais a chupar.

 

Que viene de tradición

el morir con desconsuelo;

¡sino de generación,

empezando por mi abuelo!

 

Si hubiera nacido hombre

bien me pudiera salvar;

pero nací de otro pavo,

y me tengo que aguantar.

 

Me degüellan sin razón

sin esperanza ninguna;

me pelan como un cazón,

 que no me dejan ni pluma.

 

Mientras tocan la zambomba

mi cuerpo no existe ya;

pues siempre que nace el Niño

nos liquidan de verdad.

 

Cuando guisen mi pechuga

salpicada con licor,

dirán todos sonriendo,

¡qué bueno está con arroz!

 

Y luego hablan de Herodes

aquel rey tan criminal...,

y nosotros, pobres pavos,

nos escabechan igual.

 

Esto es peor que la guerra,

es morir sin caridad.

¡No dejar un pavo vivo

el día de Navidad![4]».

 

 

LA FUENTE DEL REY

 

Hermosa Fuente del Rey

tesoro de Andalucía;

manantial inagotable,

espejo claro del día.

 

Por tus caños soberanos

salpicados de armonía

sale tu sangre a torrentes,

llenos de amor y poesía.

 

Al sentir los surtidores

las alegres golondrinas

bajan a llenar el pico,

en tus aguas cristalinas.

 

Tu conjunto tripartito

es de parecido igual,

al cuerpo de una guitarra,

con las notas de cristal.

 

Eres la gloria del pueblo,

su vida y su corazón;

no hay en el mundo venero,

de gemela proporción.

 

Los campos se ponen bellos

al recibir tu frescura.

Los árboles y las plantas

se revisten de hermosura.

 

Pero ha surgido una cosa

que no te quiero contar.

El agua que tú produces,

se está poniendo fatal.

 

Tu caudal es una joya,

con un valor imponente:

pero el agua cristalina,

vale más de lo corriente.

 

Los pájaros y las flores

que anidan en tu morada,

qué saben ellos siquiera,

lo que vale ya una paja[5].

 

¿De qué sirve el escuchar

el murmullo de la fuente

si lo que hay que pagar

es de verdad sorprendente?

 

¿De qué sirve en el verano

ir el fresquito a tomar

si cuando llega el trimestre

tienes que echarte a sudar?

 

El mismo Neptuno dice,

«tal medida no me place»;

y le pincha a los caballos,

como queriendo combate.

 

La esposa Anfitrite bella

con la serpiente enroscada

en su carroza suspira,

por la subida del agua.

 

El León ruge enojado

abnegado de recelos,

porque la suba del agua,

le llega hasta los pelos.

 

¿Y a dónde me deja usted

a los pobres los lecheros?

Con lo costoso del agua,

salen perdiendo dineros.

 

Por eso han acordado

el aguar de otra manera;

pues les sale más barato,

echarle de la Casera.

 

Es la fuente un monumento

y una belleza sin par;

pero tiene ya un impuesto,

que lo vamos a soñar.

 

Grita la cascada inquieta

en su loco caminar,

como ola embravecida,

en noche de tempestad.

 

¡Grita, cascada querida,

canta el Porón pon pero.

que nos han subido el agua,

la cosa que yo más quiero!

 

Y canta el Rey de las aguas,

y también canta el León.

Porque vale más el agua,

que el agua de Lanjarón[6].



[1] La caseta de baile se instalaba en el Paseo de Colombia. En esta estrofa hace referencia a dos de sus poemas más populares, ambos titulados «La estatua del Obispo» y que habían sido publicados en 1957 y 1958. 

[2] Adarve, 20 de septiembre de 1959, página 5. Y Adarve, 24-8-1976. II Época. Números 7 y 8. 

[3] Adarve, 26 de marzo de 1961, página 15. 

[4] Adarve, 21 de diciembre de 1958. Número 326-6, página 11. 

[5] Una paja era un tubito de aproximadamente un centímetro de diámetro con el que se controlaba la entrada de agua en las casas y que desapareció con la llegada de los contadores. 

[6] Adarve, 5 de mayo de 1963. Año XII. Número 553, página 5.





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