© Enrique Alcalá Ortiz

Es verdad, verdad, verdad,

-me parece que es lo cierto-

­que sobre tus secos labios

nadie pudo dar un beso.

Te partieron para ver

si había algo en tu cuerpo

y encontraron un castillo

de rosas y crisantemos

por corazón. Dos espléndidos

claveles rojos, por senos,

contaban que te encontraron

los hombres que te murieron.

Y por alma, nada, nada,

nada muy lleno de eterno

que si de las manos huye

en sus manos lo sintieron.

Que fuera verdad no sé

eso que contaron ellos,

mas yo soñador romántico

sin querer lo voy creyendo.

Es verdad, verdad, verdad,

dicen que tenías un cielo

para el hombre que pudiera

darte en los labios un beso.

BÚSCAME

Búscame dentro..., y verás...

Escarba sobre mi pecho,

húndeme los cinco dedos

en mis venas y quizá...,

a tus ojos aparezca

la miseria de mi credo,

el horror de mis tormentos

cargados de dudas ciertas.

Búscame dentro y verás...,

dentro de mi alma un quizá.

SI PUDIERAS Y PUDIERA

¡Sí pudieras estar cerca

confundida en mi regazo,

nuestras bocas estarían

unidas en frescos lazos!

¡Si pudiera ver tu boca

con los ojos de mis labios,

qué pasiones enterrara

en esos hermosos ratos!

¡Si pudiera aunar tu boca

con mis ya ardientes labios,

cuántas rosas nacerían

de estos besos apretados!

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