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09.11. ADARVE FOTOGRÁFICO. (2008)

 




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POESÍA DE ENRIQUE ALCALÁ ORTIZ - Prieguenses en París de la Francia

05. PRIMER DÍA EN PARÍS

© Enrique Alcalá Ortiz



Me castaneñan los dientes

como a todos los viajeros,

por fin en París estamos

contemplando monumentos.

Viajando en autobús vimos

los edificios espléndidos,

las plazas y los jardines

de esta ciudad de los sueños,

dividida por el Sena,

arteria de aguas y riego,

que le forma varias islas,

-la Cité, es un ejemplo-,

donde los barcos atracan

porque el río tiene puerto.

Para ver estos prodigios

hemos llegado de Priego.

- ¿Y por eso hemos venido?

- ¡Por eso, esto y... aquello!

 

-¿Puedes decirme algo, un poco

de lo que tus ojos vieron?

-Puedo decirte muy mucho,

precisamente eso quiero,

pero te advierto muchacho

que mi corto entendimiento

por mucho que lo estrujara

siempre quedará pequeño

para detallar París,

¡esta ciudad de los sueños!

 

El barrio de Saint Germain,

Barrio Latino y su elenco,

el bulevar Saint Michel,

Magdalena y su complejo.

Los edificios son tantos

que yo los cuento por cientos.

Hotel de Ville, los Inválidos,

Domo, Bolsa del Comercio,

el Palacio Mazarino,

el Palacio de Congresos,

Pantheón, sus personajes,

la plaza del Trocadero;

el puente de Enrique cuarto,

el de Alejandro tercero,

el gran teatro de la Ópera.

En la Concordia el silencio

brota ante el obelisco

que de Egipto se trajeron.

 

En la Plaza de Vendôme

el Napoleón supremo

vistió túnica romana

y descansó del ejército.

 

Nuestra Señora recrea

la religión del medievo

en sus torres ojivales

que son columnas del cielo;

rosetones y vidrieras

aumentaban su misterio.

 

Por la tarde de ese día

Por Montmatre dimos paseo.

El Sagrado Corazón

se levanta casi al cielo

con sus bizantinas cúpulas

donde muchos ascendieron

para contemplar la Villa...

ese fue su mejor premio.

 

Paseamos por la plaza

de los pintores bohemios

que nos exponen sus obras

para que se las compremos.

Después en el mercadillo,

nos paramos en los puestos.

Camino de la comida

vimos las tiendas de sexo

con chicas con poca ropa,

con hermosos instrumentos.

 

Por la noche, ya comidos,

nos dirigimos al puerto;

nos montamos en un barco,

casi nos quedamos ciegos

de ver las mil maravillas,

¡de esta ciudad de los sueños!





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