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LA "ESPANTÁ" DE LOS INSIGNES. (Rafael Mérida Cano)
18-06-2008

 Por Rafael Mérida CanoComo simple espectador, aunque interesado en el evento y deseando que fuese del todo exitoso, escribo este comentario y lo hago sin querer entrar a herir susceptibilidades y mucho menos sin querer aludir ni personali­zar en nada ni en nadie. Sólo pretendo reflejar y publicitar un hecho que encuentro cuando menos curioso si no sorprendente, ocurrido el pasado 9 de mayo, en la ceremonia previa de la undécima edición de los premios a la calidad del aceite de oliva virgen extra con Denominación de Origen Priego de Córdoba.

El que se quiera sentir aludido no deja de contraer un compromiso personal con su siempre para mi censurable forma de proceder y me explico.

Espero que se me permita poder decir, y sálvese quien pueda, que el espectáculo de huida ofrecido por nuestras notables autori­dades e ilustres que les acompañaban, ante un foro que perplejo miraba la desbandada en extremo sorprendido, fue cuando menos bo­chornoso, por decirlo de forma sutil.

Lo protagonizado por Consejeros Autonó­micos, Presidentes y Delegados Provinciales, Representantes del Gobierno, Alcaldesas y Alcaldes, Concejales, Dirigentes de Asociacio­nes Agrícolas, Representantes Sindicales y algunos cargos más que desconozco y se me escapan, durante ese día importante para la premiada D. O., me lleva inevitablemente a hacer una reflexión y me planteo la razonable duda sobre la hipotética presunción de que nuestros políticos de turno o bien tienen hondos y sobrados conocimientos en humani­dades o por el contrario es que se necesitan escasas competencias culturizantes para el desempeño de sus ansiados cargos. No era un mitin, no era un acto inaugural, no era una reunión política, para la mayoría de los que allí estábamos era un acto cultural que se completaba con el reconocimiento a quienes habían hecho bien las cosas en sus almazaras; la entrega de un apreciado premio y se remataba todo con una copa de vino.

Pero hubo quien de forma clara dio de lado a la cultura, ese conjunto de conocimientos tan necesario, del que andamos la mayoría con manifiestas limitaciones y carencias y el que este libre de pecado que tire la primera piedra.   Excelentísimas e ilustrísimas autoridades y otros títulos de tratamiento, a nadie se nos escapa que su tiempo siempre es oro y que por razones obvias aun no tienen el don de la ubicuidad, pero también por razones de cargo debieran conocer la conocida máxima que viene a decir que el saber no ocupa lugar.

Nuestras autoridades sospecho por lo que vimos gozan de una excelente salud en cuanto a conocimientos y eso al menos me tranquiliza. Pena dio ver lo ocurrido, cuando empezó lo que de verdad era interesante a lo largo de la mañana. Lo que sucedía, la desbandada, era tan evidente que el presentador del ponente tuvo que inte­rrumpir la presentación ante tanto alboroto y esperar a que todo quedase con la calma deseada y el respeto suficiente para poder terminar de hacer lo que tenia encomendado. El ponente, profesor Escrich, al comienzo cuando se dirigió a los asistentes, con una nota de fino humor, empezó diciendo: "Exce­lentísimas Autoridades, si es que queda alguna". Este excelente y ameno comunica­dor, reputado oncólogo, experto investigador del aceite de oliva virgen y la nutrición en relación con algunos tipos de cáncer, acudía a este evento a difundir sus conocimientos y experiencias sobre patologías que nos afectan cada día más frecuentemente y que nos son de enorme interés.

Es curioso, al final del acto, de nuevo el pro­tagonismo. Ya se había acabado "la ciencia" y comenzaba otra vez "lo festivo" y como no podía ser de otra manera, la mayoría de los desaparecidos estaban de nuevo es sus puestos de combate.

Es difícil, aunque seguro que habrá motivos que lo justifiquen, todos sabemos que muchos políticos aprovechan las salidas de sus despachos para llevar a cabo varias actua­ciones, hasta ahí podríamos incluso estar de acuerdo, pero es seguro que esto no pudo ocu­rrirle a todos los insignes que allí había, que eran bastantes, ese día y al mismo tiempo.

Parecen olvidar que son los representantes del pueblo que les dio el voto para que los representara y cuando decidieron irse del acto se olvidaron de ello.

Soluciones pienso que puede haberlas, algunas de ellas pasan por no invitarles, pero es difícil porque dan "color y calor" a los eventos. Otra sería pedirles que se queden para ampliar los conocimientos que a todos nos pueden venir bien. Y otra que se me ocurre, seria sentarles en las últimas filas y así se notaría menos cuando se marchan, porque al hacerlo están faltando el respeto al que viene a conferenciar y al respetable.

Termino dejando una pregunta abierta para quien me la quiera contestar: ¿que habría ocurrido si al principio del acto, cuando empe­zaron los discursos de autoridades y políticos, que es seguro que a casi nadie interesaban, nos hubiéramos levantado y marchado los sumisos asistentes hasta la finalización de los mismos?

 


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