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PERSONAS
Médico. Presidente del Sindicato Médico


MANUEL MOLINA, PRESIDENTE DEL SINDICATO MÉDICO: «NOS SOBRAN ORDENADORES Y NOS FALTA HUMANIDAD» . (Aristóteles Moreno. "ABC").
22-11-2009

Manuel Molina Serrano. (Rafael Carmona)
Manuel Molina Serrano. (Rafael Carmona)

               Un tipo que ha presidido la asociación de padres, la del conservatorio de música, es hermano mayor del Cristo de la Columna, miembro de la junta directiva del Colegio de Médicos, impulsor de una plataforma vecinal para mejorar las carreteras de Priego, aficionado a la fotografía y creador amateur de páginas web, acabaría, por lógica, dirigiendo el sindicato profesional del ramo. Y así ha sido. Porque Manuel Molina (Priego, 1955) es, ante todo, un señor hiperactivo.

-¿Es usted más sindicalista o más médico?

-Hoy día, más sindicalista. Por desgracia, tenemos una medicina de números. Nos sobran ordenadores y nos falta humanidad.

Como se ve, Manuel Molina entra en tromba al debate sobre la sanidad. Y se sabe la lección de memoria. No en vano, su trayectoria profesional arrancó en la era en que el médico era algo más que un funcionario público. Forjó su vocación en Torrequebradilla, un pueblo de 500 habitantes, donde recaló en 1982 recién licenciado de la carrera. «Me dieron un tocho de recetas y volantes para derivar a los enfermos. No había fonendos ni depresores y los tuve que comprar de mi bolsillo. Cobraba 80.000 pesetas y trabajaba las 24 horas durante 330 días al año».

En aquel tiempo, lo mismo tenía que ejercer de taxista que asistir un parto en su propio vehículo. Pero era otra cosa. Hasta que el día en que, casi diez años más tarde, abandonó el pueblecito jiennense camino de Priego, un señor se le acercó y le espetó: «Usted se irá a su pueblo, pero le diré una cosa: aquí seguirá siendo don Manuel, y allí cualquiera sabe». Manuel Molina aún no ha olvidado esas palabras y todavía vuelve cada año para saludar a sus viejos pacientes.

Regresó, en efecto, a Priego, montó una clínica privada y las cosas le fueron razonablemente bien. Tanto que acabó desbordado por el éxito y empujado a una actividad febril que lo sobrepasaba cada día. «No tenía calidad de vida. Así que empecé a trabajar en el sindicato».

-¿Y cómo se le contagió el virus sindical?

-Veía que a los médicos nos comían. Íbamos perdiendo derechos y el respeto de la gente. En 2001 colgué los «trastos de matar» y aquí llevo ya ocho años como presidente.

Manuel Molina es un tipo desenfadado y cercano, que se comunica sin ampulosidad y lo mismo te muestra la página web que ha diseñado él mismo para el Sindicato Médico que las fotografías que acaba de colgar en la red sobre el Cristo de la Columna. «¿Quiere tomar usted un cafetito?»

Molina es enemigo de la masificación de la sanidad y del «todo gratis» que se ha instalado en el sistema de salud en los últimos años. «Hasta existe ya un turismo sanitario», aduce.

-La sanidad hay que pagarla.

-No. Hay que controlarla. Tiene que seguir siendo gratuita y universal pero bajo un mayor control. Como en Francia y otros países europeos. El gasto farmacéutico crece cada mes. Se acude al médico por cosas demasiado banales.

-Somos más frágiles.

-No. Queremos vivir con mayor calidad de vida. El ser humano es más resistente.

-¿Y cree, como su paisano Balbino Povedano, que el hombre será inmortal?

-No podemos jugar a ser dioses. Los avances biomédicos tienen un límite.

Se muestra particularmente crítico con la administración pública y cree que el factor clave en la calidad sanitaria es el tiempo.

-¿Y el tiempo no es una batalla perdida?

-Puede ser. Debemos seguir luchando. La confianza médico-paciente es más del 50% de la curación del paciente.

-Cree usted en el efecto placebo, por lo que se ve.

-Eso está comprobado. Hemos hecho ensayos clínicos y los pacientes buscan un rato de amistad, un golpe de ánimo.

-Es poco amigo de los fármacos.

-Creo en los fármacos. Pero se necesita un apoyo moral. Hay que recuperar la dignidad del médico, la complicidad.

-¿Usted ha sido un médico vocacional?

-Sí. La mayoría hemos sido vocacionales.

-¿Y ahora es sindicalista vocacional?

-Soy un sindicalista por necesidad. Creo que los compañeros necesitan a gente que los defiendan.

-¿El médico es una casta?

-Antes quizá sí. Ahora somos más trabajadores de la salud. En los 50 era un personaje, junto al alcalde y el cura. Hoy día no.

-¿Por qué se ve tanto sindicalista en la pública y tan poco en la privada?

-Los problemas en la privada son menores. Se negocian con compañías, son empresas pequeñas y el número de médicos es limitado.

-¿Están ustedes bien pagados?

-Para la responsabilidad y los años de formación, no. Que se siga cobrando 19 euros de guardia no está bien pagado.

-¿En qué zona corporal se aloja el alma?

-En el corazón.

-Que, por lo que se ve, no es solamente una víscera.

-Debe haber algo más que empuje.

-¿La desesperanza tiene cura?

-Sobre todo con cariño.

-¿Qué es lo que no cura un fármaco?

-A veces no te cura ni el dolor. No te cura el miedo, la ansiedad ni las pocas ganas de vivir.

-¿Cuál es la enfermedad de nuestros días?

-Sigue siendo la pobreza. Tenemos los ojos cerrados. Cuando se acaben los subsidios, se verá la crisis. Y hay una pobreza espiritual. La gente tiene falta de creencias y verdades de la vida.

-¿Cuáles son las verdades de la vida?

-Cada uno tendrá la suya. Hay muchas verdades que no queremos reconocer. Las guerras. Somos el tercer país que más armas vende.

-¿La nuestra es la mejor sanidad del mundo?

-Hoy día parece que no. Hay una tardanza en los servicios, en las pruebas diagnósticas. Sí está claro que una sanidad universal y gratuita en pocos países se da. Es una de las mejores sanidades. Eso es cierto.

-¿Sanidad pública o sanidad privada?

-Pública siempre. Y equitativa.

-¿El corporativismo es una enfermedad?

-Es un mito. No creo que los médicos se tapen unos a otros. Ni los abogados. Ni los periodistas.

-¿Dónde hay más enigmas: en el corazón o en el cerebro?

-No conocemos nada del cerebro. En los próximos años, el tratamiento será para enfermedades que residen en el cerebro: depresión, alzheimer, esclerosis.

-¿Qué nos diferencia de los animales?

-Dicen que somos animales racionales. Pero depende. Váyase usted al campo de fútbol y verá quién es más animal.

-¿Usted, como sindicalista, se queja de vicio?

-A veces, sí. Llega la monotonía y, siendo sincero, también se hace demagogia.


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