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LA MEMORIA VIVA DE CÓRDOBA. (M. J. Raya. "Córdoba").
08-12-2010

            Balbino Povedano Ortega: "Los represaliados no tuvieron fuerza para protestar incluso después de la Constitución"

LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO ZAMORANOS, 4 DE JULIO DE 1930

TRAYECTORIA ESTUDIO BACHILLER EN UN COLEGIO SALESIANO DE UTRERA Y MEDICINA EN MADRID. SE ESPECIALIZO EN GINECOLOGIA EN LA MATERNIDAD DE SANTA CRISTINA. POSEE LA MEDALLA DE ORO DE CORDOBA, PRIEGO Y ANDALUCIA

Hay personas a las que les gusta poco hablar del pasado porque les gustaría ser eternos, mientras su salud se lo permita. El pasado no es tan pasado para ellos porque no lo ven tan lejos y el futuro nunca terminará de llegar mientras uno sueñe que no pase. Este el caso de Balbino Povedano Ortega, que a sus 80 años sigue pasando consulta a diario y continúa vinculado a la Fundación Roger Garaudy, a varias oenegés (Urafiki, Iemakaié); permitiéndose el lujo de abandonarse al placer de la lectura cuando quiere, sobre todo ensayos, y viajando a su Priego natal. Su humildad le impide comprender que sus vivencias (que abarcan su pionera labor como ginecólogo, su vinculación al Círculo Cultural Juan XXIII, al Consejo Económico y Social o a su apuesta por el hospital tecnológico de Prasa) le interesan a los lectores, a pesar de que él insiste en lo contrario. Y es que todo destaca en su vida. Su infancia transcurrió en el Priego de los años 30, donde republicanos y monárquicos dialogaban sin aparentes tensiones en vísperas de la Guerra Civil. Y en su formación como médico entabló contacto con personalidades de la relevancia de Gregorio Marañón.

--Sus padres se conocieron en Roma, un lugar poco habitual en los años 20

--Mi abuela materna contaba que cuando mi padre, el médico y pediatra Balbino Povedano Ruiz, de Zamoranos, fue a ver a mi madre, Enriqueta Ortega Merino, de Nueva Carteya, ella lo puso por las nubes, pero decía que como la gente del pueblo era tan mala ya le habían puesto mote a mi padre y le decían "don Balbino". Mi madre tiene 103 años y está bien. Somos 67 de familia, entre hijos, yernos, nueras, nietos y biznietos, pero nos reunimos cada 2 o 3 meses a comer en su casa, en navidades, por el cumpleaños de ella o su santo. Y todos los fines de semana vamos a verla algunos de sus hijos. Tengo dos hermanos que viven en Madrid y una hermana que está casi todo el tiempo con mi madre.

--¿Fue usted al colegio?

--Aprendí a leer y escribir en casa y después iba desde Zamoranos a Priego para recibir clases de don Francisco y don Enrique. Estudié el bachiller en un colegio salesiano de Utrera (Sevilla). Allí se pasaba hambre. Tenía de compañeros a los Guardiola y alguna vez íbamos de excursión a su finca y nos hartábamos de comer. En todo el año nunca comíamos un huevo frito, excepto la festividad de María Auxiliadora, e íbamos descontando los días para ver cuándo llegaba. A diario comíamos fundamentalmente potaje de habas con su cáscara, algunas veces arroz o tortilla de patatas con harina en días de fiesta. Quizás no era consciente de la necesidad. Nos intentaban mandar algo. Teníamos una maleta de madera y en ella nos metían pan o chorizo, pero tardaba mes o mes y medio en llegar. En el colegio estaba aislado, no teníamos ni vacaciones y las visitas eran en el huerto del centro.

--¿Cuánto tardaba en ir de Priego a Utrera?

--Un día. Iba a veces en tren y otras en el estribo del tren. Preguntaba todo el tiempo cuando iba a llegar el tren porque siempre llevaba retraso, de hasta 5 horas. No había en las estaciones hora de llegada o salida y los vagones iban sobrecargados y en algunos estaban las bestias.

--Y hace años que existe el AVE.

--A mí me gusta conducir, no me cansa. He ido siempre a Madrid en coche y desde que se inauguró el AVE siempre voy en tren a Madrid.

--Y cuando estudiaba en Madrid, ¿cómo se desplazaba?

--En tren y, a veces, cogía en Jaén un autobús, que tardaba unas 10 horas, al que le llamaban La Pava, de la compañía la Sepulvedana. Mi padre tenía un coche e íbamos a ver a mis abuelos que vivían en Cabra y por el camino, que eran 27 kilómetros desde Priego, parábamos a merendar una jícara de chocolate con un poquito de pan porque no podíamos hacer el viaje del tirón.

--¿Cuáles son sus primeros recuerdos de la Guerra Civil y de los albores del conflicto?

--El abogado Manuel Guarda organizaba en su casa la tertulia de los 12, dirigida por Francisco Candil (que había sido rector de la Universidad de Sevilla en la República), a la que asistían mi padre, el monárquico José Tomás Valverde, que formaba parte del consejo de don Juan de Borbón, y personas republicanas. Iba a recoger a mi padre y me sentaba en una sillita del portal y allí los escuchaba hablar. Conversaban muy bien, como ahora no existe, y se exponían razones. En el jardín de mi casa se hizo un refugio. Priego fue bombardeado un par de veces durante la Guerra Civil, pero con frecuencia había también amenaza de bombardeo y sonaban las campanas, todos salíamos corriendo y nos metíamos en el refugio de casa. Eso se repitió muchas veces durante el conflicto y había muchas falsas alarmas. Una vez sonó la alarma y decían que había bombardeos, que venían los aviones, y como no sabía lo que era un avión, en lugar de meterme en el refugio me fui a la calle para ver si veía los aviones y mi padre me cogió del brazo y me daba voces: "Al refugio" y yo no entendía por qué pasaba esto.

--¿Cómo afectó la guerra al trabajo de su padre?

--Mi padre estaba por encima de bandos. No me gusta mucho hablar de eso. Muchos de los republicanos se quedaron en Priego después de la Guerra Civil y a mi padre lo secuestraron los maquis por error y cuando se dieron cuenta de que era él lo soltaron. Tenía un tío cura que en la guerra se permitía firmar un salvoconducto y se lo aceptaban en las dos partes.

--Cuando se marcha a estudiar a Madrid el ambiente sería distinto al del pueblo...

--No tanto, porque Priego era entonces una ciudad muy importante. Estaban los nicetistas y los valverdistas. En Madrid encontré otro clima. Tuve suerte. Estuve en una pensión que lindaba con el Teatro Español y las actrices que iban a trabajar solían pararse en esta residencia.

--¿Cómo fue su paso por la facultad?

--Dentro de lo que era una educación franquista, tenía profesores que no lo eran tanto, por ejemplo Gay Prieto, Laín Entralgo y Gregorio Marañón (que era amigo de mi padre). Todas las reivindicaciones sociales estaban manejadas por el poder político y lo que había entonces eran protestas como "Gibraltar español". Junto con eso se me empezaron a abrir los ojos sobre el franquismo. No pasaba solo lo que leías en los periódicos. La residencia en la que me alojaba estaba cerca de Rosales y allí no se podía ir en mangas de camisa y para clase había que ponerse corbata.

--¿Cómo fue su regreso a Córdoba tras los estudios?

--Había más diferencias entre las clases dirigentes y trabajadoras y sobre todo, en la cultura. Las cosas estaban claras. Estaba el poder, que entonces el ejecutivo, el jurídico y el político eran el mismo. Estaban los sindicatos, ocultos, y existía en otro plano el hombre que vivía de la renta y del capital, pero no había prácticamente sistema industrial.

--¿Le gustaba pasear por Córdoba por alguna zona que ahora vea distinta?

--Me gustaba el cine, que ahora lo tengo abandonado del todo. Estuve en Córdoba soltero solo unos pocos meses. Íbamos a unas reuniones en la cafetería Dunia, en el centro. Yo venía de Madrid con cierto bagaje de conocimiento social de las rebeliones que había en la Universidad y coincidió con la publicación de la encíclica Pacem in terris del papa Juan XXIII. En torno a esta actividad convivían asociaciones como la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), las Juventudes Obreras Cristianas (JOC), personalidades como los psiquiatras Carlos Castilla del Pino y José Aumente y los abogados Joaquín Martínez Björkman y Rafael Sarazá. Estaba el grupo de Luis Valverde, con el que había coincidido en Madrid y por distinto camino nos volvimos a encontrar en Córdoba. Fuimos a esas conferencias y a esas charlas iban distintos grupos. De aquellas conferencias salió una conclusión, que teníamos una forma aproximada de pensar y pensamos en vernos los grupos y de ese entendimiento nace el Círculo Juan XXIII.

--¿Con qué frecuencia organizaba actividades el Círculo Juan XXIII?

--Se fijaba una conferencia o dos al mes.

--¿Y cómo se veía esa actividad en aquella época?

--Siempre había un policía en todas las conferencias, pidiendo mucho permiso. Celebrábamos las conferencias en sacristías y en conventos. Algunas monjas y jesuitas nos recibían bien. A lo mejor quedábamos para ver un periódico francés, que lo leíamos con velas, por ejemplo en la ermita de la Alegría.

--¿Siguen celebrando reuniones en el marco del Círculo Juan XXIII?

--Continúo manteniendo contacto con Rafael Sarazá, que es amigo mío, y Antonio Zurita. También era muy amigo de los fallecidos José Aumente y Martínez Björkman.

Balbino Povedano insiste una y otra vez a lo largo de la entrevista en que su pasado no es tan importante. "No sé si soy modesto, pero pienso que mi vida no le interesa a nadie. Mi mujer lee novelas y yo ensayo y tenemos un enfrentamiento a diario. Soy capaz de estar con ella ocho horas seguidas sin dirigirnos la palabra cada uno leyendo lo suyo. Pero ella me discute sobre personajes de las novelas que ha leído. Ella dice que sus personajes interesan más y trascienden más a la realidad que lo que yo leo en los ensayos. Y yo le digo que lo suyo es una muestra y lo mío la totalidad".

Le pido a Balbino fotografías antiguas y me entrega algunas. Se disculpa por no tener más, pero es que "coincidiendo con el proceso de Burgos me detuvieron y mi familia se deshizo de muchas fotos y demás".

--¿Cómo cree que va a afectar la ausencia de Rosa Aguilar como aspirante a la Alcaldía y su actual posición como ministra socialista en las próximas elecciones municipales?

--No sé qué fuerza ganará. Rosa Aguilar ha sido un referente. Pero aquí sigue Julio Anguita también. En mis tiempos las decisiones eran mucho más fáciles, era un poder, un capital y una masa obrera y pare usted de contar. A mí más que todo eso me interesa la memoria histórica.

--Pues, ¿qué opina usted de la recuperación de la memoria histórica?

--En aquella situación fue imposible hacer un reconocimiento de las víctimas republicanas porque pensaron más en el futuro que en pasado. Se dijo que si la Constitución había olvidado a las víctimas republicanas, pero es que en aquellos tiempos era hasta peligroso el haber intentado una reconciliación. Se temía a un fracaso y a la vuelta atrás. De hecho las víctimas represaliadas no se atrevían a comunicar ni a sus familiares siquiera que habían sido represaliadas. Recuerdo que la familia de Niceto Alcalá Zamora quería pasar lo más inadvertida posible. Aquello supuso la necesidad, al menos práctica, de unos y otros de no pedir responsabilidad al pasado. Pero no llegábamos a una cicatrización y entonces ¿cuándo aparece esta reivindicación? Estudios sobre esa época han surgido como setas, pero no se ha reparado, porque se ha hecho un estudio crítico y objetivo, pero no lleva dentro ningún valor moral ni político. Los propios represaliados no tuvieron fuerza para protestar incluso después de la Constitución. El movimiento ha surgido con los nietos porque ya estábamos en una situación que se podían permitir reivindicar estos derechos. En 1977 hubo la Ley de Amnistía que el Rey concedió. Se dio por cerrado el ciclo franquista. Ahora aparece la Ley de Memoria Histórica. No creo que sea revanchista, sino lo que trata de igualar.

--¿Está de acuerdo con la excavación de fosas?

--La faceta histórica está resuelta, pero los recuerdos son individuales, no puede haber una memoria colectiva. El recuerdo de la memoria histórica no es solo un problema estructural, sino que hay una serie de principios muy difíciles de coordinar, no solo el problema sentimental, sino el político, es difícil de recuperar y ahí es donde veo que los familiares tienen un derecho. El peligro es que surja una confrontación. La izquierda y la derecha tienen ideología diferente y cada uno lo ve desde un punto de vista distinto y entonces tiene que haber confrontación y no es malo que la haya. Por un lado el razonamiento de la derecha es que la República se equivocó y como consecuencia de esa equivocación comienzan los asaltos a las iglesias y después la Guerra Civil. Y la izquierda dice que había un poder legítimo.

--¿Abrirá algún día sus puertas el hospital de Prasa, del que usted junto al cirujano Francisco Sánchez de Puerta era uno de los mentores?

--El hospital de Prasa debe seguir adelante. Este complejo tiene una nueva concepción hospitalaria de la medicina, que si sale va a ser revolucionario. Lo que pasa es que Prasa en estos momentos está en un momento delicado.


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