©
Oviedo es la capital
del pequeño Principado,
aquí hace ya luengos siglos
empezaron los cristianos
la Reconquista de España
que por ochocientos años
mantuvieron con los moros
hasta que los expulsaron.
(Mas hoy vuelven en pateras
buscando cualquier trabajo,
en sus tierras comen poco
y aquí hay para tirarlo
La política dejemos
y vayamos al relato...)
A las siete la mañana
tuvimos que despertarnos
para iniciar el paseo
que tenían programado.
Por el camino, Tomás
nos hablaba de ese pájaro
que ni trina, que ni canta
y siempre está arrugado
pues por más que le da alpiste
nunca levanta... su canto.
La gran catedral de Oviedo
nos dieron como regalo,
nuestros ojos casi estallan
y el corazón asombrado
empezó a latir con fuerza,
como si fuera un caballo.
Ante tanta maravilla,
era difícil pararlo.
Allí tienen su cobijo,
y reposan sepultados
varios reyes visigodos
amigos de los romanos.
Con escobas de oro y plata
a esta ciudad la premiaron
por sus plazas y jardines
y esculturas que instalaron
con numerosos motivos,
pescadores, literatos,
militares y granjeros,
y otros buenos asturianos.
La plaza de Escandalera
nos dijo adiós con la mano
y nos tiraba castañas
tanto hembras como machos.
Dicen que hace mucho tiempo
unas mujeres la armaron
agarrándose a los moños
y como lobos aullando.