POESÍA DE ENRIQUE ALCALÁ ORTIZ - Prieguenses en Italia
18. DESPEDIDA Y ACCIÓN DE GRACIAS

 © Enrique Alcalá Ortiz



Cuando termina el relámpago,

sólo queda el resplandor

y los ojos fascinados

ensanchan su admiración

llenando nuestras pestañas

del más gozoso estupor.

El viaje fue maravilla,

un canto de ruiseñor,

una riada de alegría,

un manjar de emperador,

el poema de un poeta,

o de un santo, la oración.

 

Por seiscientos y pico euros

no ofrecen nada mejor.

Demos las gracias sinceras

que salgan del corazón

a Rafael y a Antonio

por esta ingente labor,

igual a la directiva

en este mismo tenor.

 

Al que delante el volante,

el autobús condució,

a don Pedro Zamorano

nuestro experto conductor

que lo fácil y difícil

hábilmente resolvió.

Que nos trajo y que nos lleva

allí donde nos cogió.

Él fue siempre un caballero,

es decir, un gran señor.

Hasta las maletas saben

lo mucho que trabajó.

Para él muy grandes aplausos

deben sonar con amor.

 

Y nos queda nuestra guía

que tanto nos soportó,

Llena de sabiduría

y de extensa erudición,

siempre atenta y con sonrisa

que todo solucionó?

cuando solución había?,

si no había, la buscó,

ya que los santos milagros

sólo los hace el Señor.

 

Para ella aplausos muy fuertes,

Vamos, ponerle calor.

 

Lo que no entiende mi mente,

-aunque es fácil la cuestión-,

que diéramos al barquero

mucho más que nos pidió

y que pasear por Roma

costase casi un millón.

 

Con esos fuertes aplausos

mi boca la cierro yo.

Antes os pido disculpas

por este horrible tostón.

Pido la condena leve.

El romance ya acabó. 

 

          Italia y Priego, 6 de septiembre de 2005