POESÍA DE ENRIQUE ALCALÁ ORTIZ - Casi una nube
03. CASI UNA NUBE (III)
Poemas: 11. Corazón leal. 12. Degustación. 13. Prisionara. 14. Impersonal haber. 15. Por eso.

© Enrique Alcalá Ortiz



11. CORAZÓN LEAL

 

Te sueño un día y otro día

y mi quimera en vano

mantengo. Tengo alegría

en mi vida y vivo ufano,

 

pensando que fieles lazos

nos ensamblen en la suerte

y que sean mis abrazos

gozados hasta muerte.

 

Al lado de tu hermosura

colocaré la más pura

devoción de mi ideal.

 

Y, en la vida, fríos dolores

yo permutaré en amores

con mi corazón leal.

 

    

 12.  DEGUSTACIÓN

 

Exótico recuerdo

o fantasma tal vez.

 

Eso que queda

en el cielo

después que un cometa

dio su resplandor.

Eso me queda de tu persona.

 

Pero aunque perdí

para siempre tus besos,

recobré  el  sabor del recuerdo.

 

 

13. PRISIONERA

 

Prisionera del sol

y de la luna.

Dueña perpetua

de la luna y del sol.

No pareces cuando miras

sino que miras por todos.

 

Prisionera de mi pecho

y de mi devoción extasiada.

Dueña de mis sentidos,

de mi emoción perpetua.

Sólo crees que te amo,

y sin embargo eres vital

en mis días de ojos abiertos.

 

 

 

14. IMPERSONAL HABER

 

Miro un campo:

el de mi vida abonada

de infructuosos nitratos.

 

Espectador ausente de la penicilina

sólo he tomado,

alguna vez,

un calmante vitaminado o dos.

 

¿Habrá alguna droga,

estupefaciente o sulfamida

que me quite el dolor

y la alegría de amar,

de un amor correspondido?

 

Amor recíproco es dolor óptimo.

Amor unipersonal, dolor pésimo.

 

A veces aplico pomadas

y paños calientes

cuando son inútiles

las inyecciones de calcio

gastadas a paquetes

para merma del haber

del seguro social.

 

Pongo pomada que sujeto

con esparadrapo doble.

No agarra.

 

Amor transitivo recae sobre el tedio.

Amor intransitivo no pasa de mí.

 

Farmacia y clases de verbos,

sobre todo intransitivos

pero no impersonales ni pasivos

es este deseado

que me ha nacido

con la edad de los granos.

 

  

15. POR ESO

 

Porque los ecos

de mi victoria

aún resuenan

en tu arrebol.

 

Porque las dichas

de tus sonrisas

brillan más

que el rubio sol.

 

Porque el olvido

sin yo quererlo,

sin yo llamarlo

a mi puerta no tocó.

 

Porque la lluvia

del seco otoño

parte la planta

que se secó.

 

Por todo eso

todavía recuerdo,

sin desearlos,

los lejanos tiempos

de nuestro amor.