POESÍA DE ENRIQUE ALCALÁ ORTIZ - Coplas del porrero
11. FANTASÍAS
Primera parte: Oliendo yerba.

© Enrique Alcalá Ortiz



 

Sumisos me acudieron

los recuerdos en su tétrico

celaje. Y pronto murieron

con muy gélido cantar.

Mi musa con el lamento

de ignominiosa pena, preñada

de historias en todo momento

hacíame llorar.

 

El resplandor amarillo de su fuego

árido, con sus rayos invisibles

me hacía olvidar. Luego

asciende al azul

del cielo su humo que exhala

extraños olores de gas amonacal.

Y en la tierra parda, la mala

noticia quita la quietud.

 

Mas las pobres auras vividas

en diversas manadas, en estancias

no holladas se hallan cohibidas,

mostrando sus desnudos huesos

al sueño del ayer peregrino

que su vida tan corta segó,

y andando por trillado camino

al pasar se rozan con besos

de sangre de eterna venganza.

 

Y de sus labios no nace el placer

de alegres festines, ni la bonanza

que el llanto truncó.

Vencidas memorias con muerte

angustiosa de pálida faz,

muestras en tus luchas la suerte

agraviada que pronto os dejó.

 

Lágrimas ignoradas expone

en su níveo rostro, al ver

que en su contienda el arma depone,

la cual adornó los altares

y mil clases de inciensos hados,

muestra de votos cumplidos

a despecho del tiempo, enterrados

se hallan en los mares.

 

De un joven recuerdo veloz

que llora con rostro de viejo

y llanto de niño precoz

gélidas gotas

que abrazan el suelo codicioso

al caer desprendidas del ojo

y muestran un mar espumoso

de vibrantes notas.

 

Humaredas venidas de ayer

yo os añoro con la herida calma

del invisible y unísono querer

de un momento.

En mi cerebro dispersos estáis

caminando de aquí para allá

y ansiosos con hambre buscáis

la medicina que os quite el tormento.