POESÍA DE ENRIQUE ALCALÁ ORTIZ - La pasión cofrade de Priego
05. JUICIO Y CONDENA
Columna.

© Enrique Alcalá Ortiz



 

E

n el poder religioso,

cual sepulcro blanqueado,

enjuician al detenido

y dicen que ha blasfemado.

Ni una palabra sale

para el que esgrime el báculo.

¿Por qué me hieres?, pregunta,

el que le da un bastonazo.

 

La pantomima discurre

y Herodes considerando

que no es atribución suya

se lo manda a los romanos.

Ni una palabra dijo

al frívolo cortesano.

A esa fría columna,

de pies y manos atado,

cual si fuera un bandolero,

está Jesús coronado

con unas matas de espinas

y el rostro demudado.

La saliva del desprecio

del zafio sayón pagado

le cubren las partes rosas

de su cuerpo ensangrentado.

Los azotes caen secos,

como la coz de un caballo.

 

Mientras las piernas se doblan

con el peso de los látigos,

el cónsul de Roma manda

a unos judíos esclavos

a pedir agua del río

para lavarse las manos.

 

En la palangana queda

la vergüenza de Pilatos.

El Ecce Homo está listo

para subir al Calvario,

y a Barrabás lo dejan

en las puertas del palacio.

 

A esa fría columna,

de pies y manos atado,

cual si fuera un bandolero,

está Jesús coronado.

 

Al silencio de la noche

llegan las voces del gallo.

Por tres veces a San Pedro

un quiquiriquí ha sonado.