CANCIONERO POPULAR DE PRIEGO DE CÓRDOBA - Lavanderas y lavaderos
07. LAVANDO PENAS
Los trapos se ensucian con la pena.

© Enrique Alcalá Ortiz



No todo son espumas olorosas. Lavar, cuando la ropa está sucia por su uso es lo normal, pero los trapos se ensucian también con la pena. La moza no para de llorar cuando se siente olvidada después de haber vivido un agradable y esperanzador romance. En su soledad, las saladas lágrimas desprendidas por sus ojos empapan los pañuelos que un día recibiera de regalo, pañuelos que sin son suficientes durante el día se quedan cortos en la penumbra del dormitorio, entonces, serán las sábanas de la cama, como pañuelos de gigante, los lienzos suficientes para eliminar de la cara las lágrimas y los suspiros del alma.

 

El pañuelo que me diste

todos los días lo lavo,

con lágrimas de mis ojos

al ver que me has olvidado.

 

Las sábanas de mi cama

todas las noches las lavo

con lágrimas de mis ojos,

desde que me has olvidado.

 

Las sábanas de mi cama

todas las noches las lavo

con lágrimas y suspiros

de ver que me has olvidado.

 

Sábanas, sábanas,

sábanas lavo.

 

         Si bien lo normal era que las mujeres de la casa lavaran los trapos sucios de la familia, era muy frecuente que en los hogares acomodados y con cierto desahogo económico tuvieran a sueldo una o varias mujeres para que llevaran a cabo estas faenas domésticas tan pesadas. El oficio de lavadora estaba estabilizado en una sociedad poco industrializada dando empleo a numerosas manos de mujer que por unas perras gordas veían como sus manos se hinchaban de tanto restregar la ropa contra la piedra y en invierno explotaban ensangrentadas por los sabañones, provocados por las frías aguas del río o del lavadero.

         La única copla que hemos conseguido muestra este oficio en segundo lugar. Un soldado o funcionario público, fuera de su hogar, explica en pocas palabras en lo que emplea su sueldo:

        

Cuatro cuartos me da el Rey

y cuatro me da la Reina,

y con ellos como, bebo

y pago a la lavandera.