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EL OTRO RELOJ
Carlos Valverde Castilla[1],
el gran poeta genial,
hizo un canto a maravilla
al reloj del Hospital[2],
el llamado «de
Yo, queriéndolo plagiar,
aunque con menos talento,
también le quiero cantar
al de nuestro Ayuntamiento,
que cerca del otro está.
Aquél en tiempos lejanos
se hizo en carro transportar
por un «capitán romano».
Éste, en gran velocidad,
a pesar de ser hermano.
Aquel, en piedra enmarcado
y le dieron voz de bronce.
Éste, en cemento armado
y... den... la una o las doce,
tan prudente y tan callado.
Aquel al amanecer,
es ya por el sol besado.
A éste, mucho después.
Así, si va retrasado,
no tiene la culpa él.
Aquél la hora señala
con potente voz de acero,
principio y fin de jornada.
Éste con su minutero,
apunta al que no hace nada[3].
El no quiere dar ni un cuarto,
por hacer economía,
no gasta medias (de Sparto)[4]
ni de noche ni de día,
ni envidia al que está más alto.
Uno está en el Hospital.
Él está sobre un Palacio,
Palacio Municipal,
y si el pobre anda despacio
es porque quiere mirar
por el probo funcionario
que se pueda retrasar[5].
BARTOLO
Fue en el Haza de la Luna[6],
donde ponen el ferial
de burros, caballos y mulas,
yeguas y algún animal
de los de raza vacuna.
Dos legítimos gitanos
dos auténticos calés
y los dos eran hermanos,
Antonio y Bartolomé,
con largas varas en las manos.
Paseaban el ferial
cautelosos como gatos
y sin parar de mirar
donde se presenten tratos
o lo que poder «mangar»[7].
Uno de ellos vio venir
dos que no van de paisano;
con correaje y fusil
y así le dijo a su hermano,
viendo a
i¡Mardita cea er demonio!!
¿qué mus changa la feria?
decimula un poco Antonio
que con la jeroz muy seria
se aprocziman do tricornio.
Cumpliendo su obligación,
el que mandaba pareja,
pidió documentación,
mostrando cédulas viejas,
con más pringue que un jamón[8].
Y, ¿cómo se llama usted?
Pues yo me llamo Bartolo.
¡Hombre, no; Bartolomé!
No zeñó. Bartolo zólo.
¡He dicho Bartolomé!
Y por querer discutir,
no llevando la razón,
le dio tal «guasca» el civil,
que un ojo como un colchón,
se le puso al infeliz[9].
Y, ¿cómo se llama usted?,
le preguntó al compañero.
Yo me llamo Antoniomé,
a mí por mes más o menos,
no me endiña su merced[10].
EL TORREJÓN
No ha mucho que el Torrejón,
esto es público y notorio,
lo sabe la población,
era un simple evacuatorio,
un inmundo callejón[11].
La autoridad deseosa
de quitar tanta inmundicia,
como madre cuidadosa,
se dio no poca prisa
en dejarla primorosa.
Antes puerco, sucia siempre,
llena de escombros y latas.
Hoy, la calle de
o la calle de
como le llaman la gente.
Luego vino a completar
esta obra el gran Pulido
montando elegante bar,
tan bonito, tan surtido,
que otro igual no encontrarás.
A dos pasos de
toldos, macetas, sabor,
y cortinas de zaraza,
con precios de mostrador
en deliciosa terraza.
Ese es el bar Pulido[12],
el más fino y elegante
y siempre tan concurrido.
Es el hogar del viajante
y público distinguido[13].
"INSTANTÁNEA" DE AGOSTO
Verano. Calor.
Chicharras. Moscas. Sudor.
Espigas tronchadas
por luciente hoz.
Campiñas desiertas
de todo color.
Algunos bancales
lucen el verdor
de sus melonares.
Melones. Sandías
de dulces tajadas.
Viñedo, alegría
de uvas colgadas
de dorado opaco
que son devoradas.
Castigo a dios Baco
al no ser pisadas[14].
EL MACETERO
Un loro de unos señores,
de tanto oír la criada,
se aficionó a las canciones
y a todas horas cantaba
los más modernos «folklores».
A cada instante tenía
en el pico una canción,
cantando con alegría,
pero cantar el bayón,
era toda su manía.
Su dueño que trabajaba
en una liquidación,
con el dichoso bayón,
que con pesadez cantaba.
?«Teeengo ganas de bailar
el nuevo compás»
?iY yo ganas de matarte,
si no te quieres callar!
Y una maceta al instante
tiró, que a poco le da.
El loro muy sandunguero
y sin cortar sus canciones
cantó con mucho salero:
«Abrir niñas los balcones
que ya está aquí el macetero
con sus alegres pregones.
?El maceteeeeeero?[15].
[1] Nieto del poeta Carlos Valverde López, fue otro asiduo colaborador en la primera época de ?Adarve?.
[2] Se refiere al Hospital de San Juan de Dios, hoy convertido en residencia para la tercera edad. El reloj no existe en la actualidad y la espadaña luce un hueco circular totalmente vacío.
[3] Es decir, señala a los muchos parados que por entonces estaban en
[4] La industria del esparto tenía cierta importancia en la época. Se hacía muchas cuerdas y útiles domésticos como espuertas, recipientes cuerdas, suelas de alpargatas y un largo etcétera.
[5] ?Adarve?, número 45, 9 de agosto de 1953.
[6] Desde su implantación a mediados del siglo XIX la llamada Feria de Ganada se efectuada en
[7] La feria, el ganado, y los gitanos paseando por el ferial esperando hacer alguna ?gitanería? son los tópicos habituales de las ferias de estos años.
[8] Al no haber aparecido el plástico, los documentos presentaban un aspecto lamentable de vejez y suciedad. Igual le pasaba con los billetes de uso corriente, pues muchos estaban negros, estropeados, rotos y pegados por muchas partes. Se usaban, hasta que prácticamente se podían ver las letras y su valor. Tener un billete nuevo era un hecho extraordinario.
[9] El maltrato era un hecho habitual en diversos estratos de la sociedad en estos tiempos de la posguerra.
[10] ?Adarve?, 48, 49, 30 de agosto de 1953.
[11] A esta calle daban numerosos postigos de las calles Altas y Río en las que existían casas señoriales que usaban estos portalones a sus residencias como entrada de animales y mercaderías. A pesar, de estar en un lugar tan céntrico era una calle de tercera categoría y por lo tanto olvidada. Al estar poco iluminada, se usaba como ?descanso? de los parroquianos que no podían aguantar para remediarse en su casa.
[12] Este poema que hace propaganda a un bar sería después imitado en años sucesivos para dar publicidad a los establecimientos que se van abriendo al público.
[13] ?Adarve?, 48-49, 30 de agosto de 1953.
[14] ?Adarve?, número 50, 13 de septiembre de 1953.
[15] ?Adarve?, número 51, 20 de septiembre de 1953.