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RESOLUCIÓN
Es un verdadero agobio,
son muchas las atenciones
que conmigo tiene Antonio;
los regalos a montones
arruinan a mi novio.
¡Es tan fino y tan atento!
Tengo alhajas por docenas
y regalos más de ciento
y la verdad me da pena
su mucho desprendimiento.
iSu ruina es casi segura!
?¡ Yo no sé madre que hacer!
?Pues la solución es una:
icasarte pronto con él
y se acabó la finura!
¿Y TÚ QUÉ OPINAS?
Son muchas las discusiones
entre suegras, entre yernos,
entre amigos, entre hermanos,
si son mejor los inviernos
o son mejor los veranos.
Quiero dar a conocer
a mis amables lectores
la opinión mía cual es:
¡yo prefiero las calores,
no me gusta ver llover!
Tiemblo cuando se aproxima
frío en el mes del Rosario,
con su olor a naftalina
al ver sacar del armario
abrigos y gabardina.
Cuando siento pregonar
«asaíllas y calientes»
y las «castañas tostás»,
me castañetean los dientes
del tembleque que me da.
Cuando miro a la «Rocío»
con brasero y con mantón,
atelerida de frío.
esquina del Torrejón,
es mucho más grande el mío[2].
¿Y lo que hay que sufrir
con tanto dichoso barro
que no se puede salir?[3]
¡Y cuando coges catarro....
destilando la nariz...!
Si al cine quieres entrar
en algún día festivo
¿encuentras localidad
aun cuando seas amigo
de Martos o de Millán?[4]
¡Y el gasto tan imponente
que tienes con el picón!
Sea de Pedro o de Vicente
de Antonio o el de
¿Es ese un gasto corriente?[5]
¿Y si el abrigo está viejo?
Al comprarte uno cualquiera...
¿no te quedarás perplejo
al dejarte la cartera
como el fuelle de Conejo?[6]
El aceite hay que encerrarlo;
hay que guardar el tomate;
carne de membrillo en tarro,
los dulces de Pascua aparte
y el pavillo hay que matarlo.
Luego San Andrés
y a preparar el cerdito,
sin dinero otra vez.
¡El de medio señorito
tiene mucho que entender![7]
En fin, verano prefiero
aunque pase más calores.
¡No sudar tinta en enero,
que son los negros sudores
de quedarte sin dinero![8]
LA PRIMERA ADHESIÓN
Hoy me escribe un gran amigo
dándome al fin la razón
de estar de acuerdo conmigo.
Él prefiere la calor,
explicándome el motivo.
«Yo tengo un sueldo excelente;
pocos habrá como el mío;
que no es un sueldo corriente,
pero cuando llega el frío
agua y sal se me convierte».
«He tenido que comprar
unas simples enagüillas
para poderme abrigar
en mi mesa de camilla,
y he gastado un capital».
«Decir que es una ruina
seria afirmar cosa vana,
¡pero mucho se aproxima
al sueldo de seis semanas
las enagüillas cochinas!»
«Esto puedes añadir
a lo por ti recetado,
sin que me nombres a mí;
al que el invierno ha gustado
es más raro que Dalí»[9].
Yo propondría al Gobierno
en situación tan precaria
que pusiera gran empeño
en la paga extraordinaria
de los gastillos de invierno[10].
POCO PICA
Se quejaba, con razón,
un agente comercial
de la fonda en que paró:
¡ni un ojo pudo pegar
con las chinches del colchón!
Cuando llegó la mañana,
a su dueño fue y llamó
y con protesta muy airada
una chinche le enseñó,
que estaba muerta en la cama.
El dueño, muy azorado,
a tan terrible protesta
así se ha justificado:
«una chinche que está muerta
muy poco le habrá picado».
La muerta no, qué demonio,
esa como va a picar
a nadie en el dormitorio,
fueron muchísimas más
que vienen al velatorio[11].
[1] ?Adarve?, número 52, 27 de septiembre de 1953.
[2] ?Rocío?, tenía un puesto de tabaco, novelas del oeste, de amor y chucherías varias. Siempre lucía una flor en el pelo, costumbre difundida tiempos anteriores pero que por esta época iba desapareciendo. Era muy popular en el pueblo, convirtiéndose casi en un símbolo.
[3] Ya hemos comentado el estado de las calles con el paso de los carros con ruedas metálicas y los numerosos baches que existían.
[4] Martos era el taquillero del Cine Victoria y Millán del Teatro Principal.
[5] El ?picón? era un combustible que se hacía con el orujo de la aceituna y que por estos tiempos se usaba de una forma generalizada como calefacción encendido sobre un brasero, al que de vez en cuando había que ?menear? para avivar el fuego. Se complementaba con el ?picón? vegetal procedente del carbón de encina. Hubo casos de muertes producidas por la mala combustión al inspirar los gases tóxicos.
Los nombres que cita son las de las fábricas orujeras. Pedro Morales, Vicente Luque Chaparro, Antonio Pedrajas y
[6]
[7] Al no haber frigoríficos ni congeladores caseros, a las amas de casa recurrían a los más diversos medios para proveer la despensa durante el invierno cuando escaseaban los alimentos y las frutas frescas. Resaltamos la actividad de ?echar el tomate en tarros?, una vez cocido y con algunos conservantes, así como el aceite, carne de membrillo, ?melones de invierno? y por supuesto, la matanza del cerdo. Esto donde se podía, puesto que por estos años de hambrunas era signo de distinción y poder económico.
[8] ?Adarve?, número 55, 18 de octubre de 1953.
[9] El pueblo llano no acababa de entender en su integridad los estilos impresionistas del genial Salvador Dalí.
[10] ?Adarve?, número 56, 25 de octubre de 1953.
[11] ?Adarve?, número 67, 1 de noviembre de 1953.