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Durante este año de 1922 se produjo quizás un hecho bandoleril propio del siglo pasado. Delincuentes que se escapan de la cárcel, que después siguen cometiendo delitos para poder vivir y que en un encuentro con
?En el cortijo Haza Vieja situado en Zamoranos (Priego de Córdoba) se cometió un robo que demuestra la audacia y veteranía por parte de los ladrones. Cuando el arrendatario de dicho cortijo Agustín Fuentes Moyano se hallaba entregado al descanso, penetraron violentamente en la casa cuatro individuos enmascarados, tres de ellos armados de escopetas, que amenazaron de muerte al arrendatario de la finca si profería una sola palabra en demanda de auxilio.
Aprovechando el estupor que produjo la amenaza en el único morador de la casa, uno de los enmascarados desvalijó cuantos muebles halló a su paso, llevándose 10.000 pesetas en billetes de banco, un jamón, pan, un par de zapatos, un paquete de tabaco y otros efectos, dándose todos a la fuga seguidamente.
Repuesto de la sorpresa el Fuentes corrió presuroso a dar cuenta de lo ocurrido a
Tanta expectación produjo este robo y otros similares ocurridos en la zona que las fuerzas de seguridad emprende denodadamente su captura que al fin consiguen en un encuentro de fuego donde consiguen abatir a tiros a la mayor parte de la cuadrilla. Así explicaba el Diario de Córdoba los hechos: ?LOS BANDIDOS FUGADOS DE
La figura casi legendaria de los Niños de Écija y de Diego Corrientes, aquellos bandoleros que vivían desvalijando a los pobres labradores, era la pesadilla de los habitantes de los términos antes mencionados.
Las apetecibles charlas de la gente ingenua de los cortijos, quienes departían alegremente las horas al lado del fogarín unas veces y otras bajo el dosel del cielo en las noches vernales, había desaparecido.
Ya en los cortijos y alquerías, llegada que era la noche, los labriegos se tornaban taciturnos mirábanse unos a otros como acobardados y sólo susurraban algunas palabras quedamente, temiendo que el eco de sus voces repercutiese en las crestas de la montaña y atrajera a los nuevos bandidos, menos generosos que aquellos bandoleros antiguos de patillas y trabuco.
Como recordamos a nuestros lectores el día 18 de junio de 1921, se presentaron en el cortijo de Cagarruta, de la demarcación del término municipal de Doña Mencía, tres individuos armados con escopetas y revólveres y exigieron al dueño de la finca, don Argimiro Vergara, la cantidad de 4.000 pesetas, con la amenaza de que si no les entregaba dicha cantidad darían muerte a dos niños, hijos de aquel, que tenía en rehenes.
Por el referido hecho y por otros cometidos en aquellos contornos, llegaron los malhechores a sembrar la alarma entre los labradores de los pueblos inmediatos.
Con tal motivo
Los detenidos resultaron ser Antonio Fernández Luna, apodado el Jorobado y Francisco Polo Ortiz, conocido por Francisquillo, quienes fueron conducidos a la cárcel de Cabra y puestos a la disposición del Juez del Partido.
De dicha cárcel lograron fugarse el día 30 de septiembre del año anterior.
A los fugitivos se les unió un individuo llamado Juan de Dios Ramírez Priego, conocido por el Pinto.
Los tres individuos se dedicaron a cometer todo género de tropelías.
El último desmán de los bandoleros lo realizaron en una finca inmediata a Priego, en la cual penetraron una noche del último mes de septiembre y maniataron a los moradores de la casa, llevándose una importante cantidad en metálico.
Desde entonces el primer jefe de
La gestión de
El día 6,
Más tarde, en un telegrama oficial de
Entre los objetos intervenidos se encontraban ganzúas, llaves, una escopeta, una pistola, cápsulas y otros útiles para robos.