TEMAS VARIADOS - Creación literaria y opinión
MORELLA Y LOS CHICOS DE LA E.S.O. (Crónica)
Crónica de un viaje a esta histórica ciudad y unas décimas sobre el estado jubiloso y de júbilo de los jubilados.

                                   © Enrique Alcalá Ortiz



 

    M

orella es el primero de nuestros viajes organizados. Salimos del hotel de Salou a las ocho y cuarto. Bien pronto, porque nos esperan 170 kilómetros de viaje. La mayoría por autopista.

                La guía nos va explicando algunos de los pueblos por los que pasamos. Hospitalet de Infante, su agricultura e industria; Vandellós con sus centrales eléctricas, donde todos los vecinos tienen energía gratis; el valle del Ebro con sus ricas plantaciones de arroz. Al salir de la autopista nos encontra­mos con un letrero que dice ?Font de la Salut? que nos recuerda otra Fuente de la Salud que tan cerca nos coge.

El acceso a Morella, después de la construcción de la carretera es una delicia, a pesar de las curvas. Hacemos la primera parada en el santuario de Vallibona. Café y visita a la pequeña imagen, no más grande que una ?Barby?. Café y ?rest room? como dirían los americanos. Autobús de nuevo. Pronto se divisa a lo lejos con toda su originalidad la ciudad de nuestro destino. Vista impresionante. El clásico castillo en lo alto de la montaña y el pueblo que se agarra a sus bien conservadas murallas medievales de más de dos kilómetros de longitud.

Hoy Morella no llega a tener cuatro mil habitantes, pero en la Edad Media tuvo una importancia capital, puesto que estaba en la frontera de los reinos de Aragón, Catalán y Valenciano. Así que su importancia estratégica le hizo ser muy deseada. En su interior hay restos de épocas arcaicas, (dinosaurios), y de todas las históricas, iberas, romanos, medievales y modernas. Como cualquier ciudad fortaleza, el autobús se queda en una cuesta a la entrada de la ciudad, junto a la puerta de San Miguel. Es famosa la puerta ?Nevera? que da al norte y con nombre muy expresivo de la temperatura que hace en el invierno. Nos dan tiempo libre para pasear. Lo hacemos primeramente por la calle Blasco de Alagón, la principal de la ciudad fortificada. Es una calle porticada. Nos sorprende el barrio de la Judería y las numerosas casas solariegas que todavía conservan sus portadas originales como la de la Cofradía de Labradores y las casas de los Zuritas, Figueroa, Piquer, Ciurama, y de los marqueses de Cáceres y Cruilles. Nuestro paseo nos lleva hasta la plaza del Estudio donde han logrado conservar la balconada de madera logrando con ello un conjunto atractivo. En la plaza han colocado un gigantesco reloj de sol. Vemos la hora que señala y la comparamos con nuestros relojes de pulsera.

Convenzo a Ángeles, mi mujer, para subir a las importantes ruinas del empinado castillo. Es una fortaleza impresionante. De gran extensión. Testimonio de la importancia que en su día tuvo. La fatigosa y elevada subida nos depara muchas sorpresas. Primeramente el paisaje que se divisa a varios kilómetros. Es una postal de un terreno que se nos muestra hoy un poco árido debido a la escasez de lluvias de esta temporada. Nos detenemos en varias garitas y dependencias. Como postre, para coronar la cúspide, nos esperan más de ochenta empinados peldaños los cuales nos hacen sacar la lengua a la vez que nos intensifican el ritmo respiratorio. Una vez arriba, pensamos que ha valido la pena subir a esta fortaleza que ha sido cárcel de los príncipes moros de Valencia Ben-Zeit y Ben-Omar; de la nobleza zaragozana; del príncipe Carlos de Viana, incluso de poetas como Ausías March, y en el siglo XIX del general Ortega, jefe del fracasado alzamiento de San Carlos de la Rápita. Bajamos con satisfacción. Por haber logrado coronar la cumbre y por haber descubierto murallas, habitáculos y paisaje. De nuevo en el pueblo, nos dan pienso de turistas en ?Casa Roque?, un restaurante que luce con orgullo comensales como Camilo José Cela y los entonces príncipes de España, Juan Carlos y Sofía.

                Después de comer, una guía local, nos da un paseo por las calles ya visitadas en nuestro tiempo libre y nos lleva a las ruinas del convento de San Francisco. Construcción que data de finales del siglo XIII y donde se hospedaron por algunos días personajes como el Papa Luna (Benedicto XIII), San Vicente Ferrer y el rey Fernando de Antequera. Nos llevan después a la iglesia arciprestal de Santa María la Mayor, de estilo gótico, construida entre los siglos XII al XIV. En su interior, destaca el coro en alto, sus amplias escaleras de acceso, el retablo barroco y su museo.      

                Mientras mis compañeros hacen ?pis?, ya esperando la hora de vuelta, en unos pocos minutos, me meto en las dos torres de la puerta de San Miguel para ver la exposición titulada ?Tiempo de dinosaurios: el cretáceo en Morella?. Corriendo, por falta de tiempo, veo en sus vitrinas, huesos fósiles, huellas, gastrolitros, dientes y otros restos de aquellos gigantes de casi 90.000 kilos (sí noventa mil kilos) de 13 metros de altura y 23 de largo, llamados dinosaurios, megalosaurios, anquilosauridos, braquiosuarios, iguanadón y otros nombrajos por el estilo. Siesta en el autobús mientras nos lleva de vuelta al hotel. Llegamos con buena hora. Tan buena que aún tengo tiempo para nadar en la piscina cubierta una hora antes de ir al comedor.

                Mientras me como los numerosos postres con los que calmo la gula de mis deseos no extintos, pienso en las palabras que unos chicos de la Educación Secundaria Obligatoria pronunciaron al ver el grupo de mayores recorriendo las calles de Morella:

                -Mira,  tío, una excursión de jubilados.

                Como respuesta silenciosa, me salen las siguientes décimas: 

Al decirme jubilado,

¿me quiso llamar añejo,

porque me veía viejo,

vejestorio, engolillado,

carroza, chocho, anticuado,

abuelo, arcaico o anciano?

¿O dijo antidiluviano,

matusalén, carcamal,

remoto, tradicional,

pretérito o veterano? 

¿Me vería estropeado,

prehistórico, medieval

fósil, maduro, inactual

decrépito, trasnochado,

por lo rancio muy pasado?

¿O longevo, deslucido,

senil, vetusto, derruido

proyecto, caduco, añoso,

estropeado o ruinoso?

¿Averiguaré el sentido? 

¿Y si por algún casual

dijo valetudinario?

¿O me diría anticuario,

o expresó inmemorial,

o primitivo, inactual,

rancioso, deteriorado,

arqueológico, ajado?

¿O..., yo entendí veterano

cuando me vio tan malsano,

primitivo y animado?

 

La verdad, sin ser mozuelo,

y menos aún un pimpollo,

adolescente o repollo,

me siento como un chicuelo,

fresco como rapazuelo,

tan ágil como un chiquillo.

Creo conservar el brillo

de mis tiempos de garzón

y aunque soy un grandullón...,

¡yo me veo jovencillo! 

Morella empieza por ?mo? de moneda por lo que vale, y termina en ?lla? como maravilla, es decir, una joya encantadora.

No hay  nada como un día completo dentro del MUNDO SENIOR.