© MANUEL ESCAMILLA

A María Jesús y Paco López, tan amantes de las pequeñas cosas de Priego.

He soñado con la feria de mis años infantiles,

evocando sus encantos y sus ilusiones miles

y embriagando mis sentidos con su dulce recordar.

He contado uno a uno los poquillos dinerillos,

que juntara en el verano, como todos los chiquillos

y he gozado a su tintín con el placer de gastar.

He vivido con regusto el desfile de gigantes,

la emoción del pasodoble, los cabezudos de antes

y he recorrido hasta el Palenque para los cacharros ver.

He comprado tres perrillas de garbanzos y avellanas,

he oído la diana alegrando las mañanas

y he mirado con envidia la noria y el carrusel.

He disfrutado sin cuento con la carrera ciclista,

con la carrera de sacos y  el encuentro futbolista

y en la cucaña he sufrido al caerse el trepador.

He bebido con deleite gaseosa de bolilla,

me ha subido el retratista en la triste borriquilla

y he visto el circo y las fieras y al valiente domador.

He paseado mil veces del Palenque al Paseíllo,

he ido a la Haza Luna para ver al gitanillo

y he gustado de los churros a la luz de amanecer.

He pasado la gran feria con mis cuarenta perrillas,

mi caudal de sensaciones y estas pequeñas cosillas,

que me llenaron de dichas, de felicidad y placer.

He despertado y he visto que los niños de hoy en día,

no ahorran para la feria ni conocen la alcancía

porque tienen más dineros de los que pueden gastar.

He comprobado con pena que muchos de estos chiquillos,

no saborean la feria y están como aburridillos

porque aunque tienen de todo, les falta la ingenuidad.

Les falta desear algo, les falta luz e ilusión,

y les falta un buen programa en el que la Comisión

les ofrezca algún festejo no sea "el tiro pichón"[1].