© Enrique Alcalá Ortiz
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nos versos del romance La condesita dicen así: "Pasan seis y pasan siete,/ cerca de los ocho van"/, hacen alusión a la ausencia del amado que no vuelve. Nosotros podríamos añadir otros dos: el ocho pasó deprisa/ y el nueve acabando está/, con ocasión, esta vez, del paso rápido de los años sin la llegada de los impulsos telegráficos.
Nuevos afanes de modernización llegan en el otoño de 1879 en las manos de don Gregorio Alcalá-Zamora y Caracuel, quien el 22 de septiembre de 1868 se había puesto en Priego a la cabeza de
En otro otoño, esta vez de 1888, es el propio Alcalde el que marcha a Madrid para conferenciar con el Ministro de Fomento, para suplicarle que el trazado que se intenta proyectar pase una línea por Priego. Esta vez al menos el Alcalde vio Madrid y las llanuras de
Parece que el otoño sea la época propicia para que
Los juglares de aquella temporada, a la vista de todo esto, quizá podrían haber ampliado el romance de esta forma, adaptándolo a la nueva situación:
?Pasan seis y pasan siete,
cerca de los ocho van?
el ocho pasó deprisa
y el nueve acabando está.
Pasó la decena entera
y el quince primaveral,
y dos décadas pasaron
sin el Morse en la ciudad.
Son veinte años de nada,
pero qué barbaridad
pensar que estaban comprados
los postes al empezar.
Domingo de Cuasimodo
El final de esta trama telegráfica parece de película. El guionista más ocurrente e imaginativo hubiera tenido dificultades para encontrar un
desenlace tan lleno de suspense. Un duendecillo travieso trastocaba el guión volviendo locos a los realizadores.
En otro otoño (1891) se pone sobre la mesa un Real Decreto de 1 de diciembre de 1890, en el que se concedía a Priego comunicación eléctrica con Cabra, pero por medio de hilo telefónico. Tantos años esperando el telégrafo para que te concedan finalmente el teléfono.
La inauguración oficial, que pone final feliz a esta película, se produce en abril de 1892, el domingo de Cuasimodo (Primer domingo después de Pascua) con la concurrencia de todas las autoridades.
Un prieguense que hubiese nacido cuando se iniciaron los primeros trámites habría visto los gobiernos de Serrano, Amadeo de Saboya, Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar, Alfonso XII y la regencia de María Cristina, y tendría la envidiable edad de veintidós años. Edad envidiable si no estaba en Cuba, como les pasó a muchos, esperando el desastre colonial.
En acta se hace constar la satisfacción con que se ha visto la inauguración de la línea telegráfica mejora por mucho tiempo deseada y hasta ahora no conseguida. Se consigna, asimismo, las gracias al Excmo. Marqués de Mochales, Director General de Comunicación, al Diputado por el distrito don Álvaro López, al Gobernador Civil y al Diputado Provincial don José Luis Castilla[1].
En las Memorias íntimas y populares de don Carlos Valverde se recoge el primer telegrama del que tenemos noticias. Lo envía el torero Guerrita desde Daimiel diciendo que al saltar la barrera se había hecho daño en una mano y por lo tanto no podía acudir a la feria de septiembre[2].
Las comunicaciones a distancia que no fueran los canutos eran ya un hecho consumado en un pueblo donde el servicio de hoy transmite fotografías y usa el teleordenador.
[1] A.M.P.: Actas Capitulares de las siguientes fechas: 18 de junio de 1870, 14 de octubre de 1870, 19 de diciembre de 1874, 27 de septiembre de 1879, 30 de septiembre de 1882, 29 de septiembre de 1888, 24 de noviembre de 1890, 12 de octubre de 1891, 23 de noviembre de 1891 y 23 de abril de 1892.
[2] VALVERDE LÓPEZ, Carlos: Memorias íntimas y populares, año 1892.