RAFAEL DE LA LINDE

Con romántica nostalgia del poeta que ha soñado

con su tierra que es orgullo de nobleza y tradición:

como errante peregrino que de ti se ha enamorado,

yo te mando el canto mío, pobre verso destrenzado...

pero lleva el alma mía y con ella la ilusión.

Y la musa pregonera de tu encanto y tu belleza

viene a mí con tu poesía, que no puedo silenciar,

y me habla de tu historia, de tu estirpe, tu nobleza...

lo feraz de tu campiña que es emporio de riqueza

siendo pan para tus hijos y apacible bienestar.

Y es que el cielo te bendice y te ofrece sus favores

porque tú eres laboriosa y el trabajo es tu virtud;

nos lo dicen afanosos, tus telares ,..y motores,

esa honrada artesanía que nos brinda sus labores...

y tus calles y paseos de extrema pulcritud.

Nos lo dicen tus labriegos cuando hunden sus arados

en la tierra que se abre al regarla con sudor;

el cantar de tus pastores que apacientan sus ganados

sobre el verde de esmeralda deslumbrante de tus prados,

y ese canto de la brega, es canción de paz y amor?

Y proclaman tu belleza los doscientos surtidores

de tu fuente incomparable, con un bello recital;

y Neptuno, es testigo de promesas y de amores...

de esas bellas mujercitas, tan divinas como flores...

dibujando la belleza de su encanto en el cristal.

Y asomados a tu adarve se nos llenan de alegría

nuestros ojos embriagados de emoción y de placer;

ante el bello panorama de sin par policromía

de tus huertas y rivera de infinita poesía...

en los últimos reflejos de un tranquilo atardecer.

Y es orgullo de tus hijos ese dulce Nazareno

que es consuelo y esperanza y es amor y es devoción,

y su pecho se le ensancha de emociones siempre lleno,

al pasar por esas calles con andar lento y sereno...

y sentir que va prendiendo en los labios una oración[1].