ALONSO DE TORO

En Cazorla y en Quesada

y en Úbeda y en Baeza,

cada noche en la posada

me dolía la cabeza;

en Vilches, Baños y Linares

y en los Castillos de Jaén,

y en Andújar y en Bailén,

buenos vinos singulares.

En Mengíbar y Calzadilla,

y en Villanueva y la Higuera

y en Arjona y Arjonilla

y en Porcuna y en Lopera

y en la Torre de don Jimeno

y en Martos y en Alcaudete,

mucho vino dan y bueno;

bien podéis hacer banquete.

Pues en Alcalá y en Priego

y en Lora y en Santa Fe,

de tal suerte trasegué

que me dormí tras el fuego.

En Antequera y Alhama,

en Luque, Cabra y Lucena,

tal me vi después de la cena,

que nunca acerté la cama.

En Córdoba y en su tierra,

y en Écija y en Valcargado,

y en Duende y en Trasierra

mucho vino hay, Dios loado;

En Palma y en Peñaflor

y en la Puebla de los Infantes,

mucho vino dan, señor,

a los pobres mendicantes[1].