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Me tocó ser incansable emigrante
que machaca sendas y abre caminos.
Me tocó a mí y a infelices peregrinos
perdernos en un oficio insultante.
Emigrar. Cual desterrado tunante,
dejar mi patria. Castigos divinos
me parecen estas cosas. Destinos
asombrosos. Tengo a mi buena amante
esperando en el terruño, el regreso,
y que terminen las separaciones.
¿Para qué recrearse sólo en eso?
Queda tiempo en estos fríos pabellones
para pensar en el sabor del beso
que sueñan los apátridas peones.