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11. LA GRAN HUMANIDAD DE UN MURGUISTA
Recuerdo Miguel Ruiz Gavilán, una persona entrañable.
© Enrique Alcalá Ortiz
ebajo de la casa del cuadro, vive Miguel Ruiz Gavilán, conocido popularmente por el Cojo Gavilán, debido a un defecto de su pierna que le hace cimbrearse de un lado a otro en cada paso que da, lo que no es óbice para que tenga un espíritu elevado y sea una de las personas más encantadoras y queridas del barrio. Por entonces, se dedicaba a su oficio de zapatero, muy apropiado para su defecto físico. Y allí se la veía con su mandil lleno de cerote y de años, sentado sobre su pequeña silla y con la boca llena de puntillas, remendando, cosiendo o echando unas suelas en una minúscula mesa con su horma de hierro macizo en un borde de la misma.
En sus horas libres era aficionado a la música, aprendió a tocar el clarinete y logró formar parte, casi siendo un chaval, de la Banda Municipal de Música, cuando estaba dirigida por Luis Prados y más tarde por Manuel Jurado. En los innumerables pasacalles que le vi, Miguel Ruiz, siempre iba el último de la fila, colorado de salud y con su pierna diferente cerrando la marcha. Después de él, se agolpaba la multitud que no se perdía ninguna pieza y seguía a la banda, nunca mejor dicho, en procesión. Con la desaparición de la agrupación musical y su jubilación, se perdería esta imagen móvil del paisaje de fiesta de nuestro pueblo.
Pero no se perdió su amable persona que aún llena con su humanidad la casa de mis recuerdos. Con ocasión de la recopilación folclórica que llevé a cabo en la década de los ochenta, tuve ocasión de visitarlo un par de veces. En su casa reformada, nos pusimos a recordar las murgas del carnaval de las que él fue un protagonista destacado, ya que era componente de las muchas que se formaron en la preguerra. Tuve ocasión de conocer la génesis y desarrollo de innumerables letrillas cantadas por uno de sus componentes. Para mí, aquellas horas de trato y amistad fueron placer de doncella cuando se encuentra sola en la casa. Su sana sonrisa irradiaba bálsamo histórico de aquellas comparsas de mozos que metieron en la valija de su juventud alegre los trapos de sus disfraces carnavalescos. Estrujé su memoria para hacer libro sus algazaras chufleteras, y en verdad que el resultado fue excelente. De su sonrisa amable no podían salir nada más que cosas buenas.
Una de aquellas dice así, recopilada en el tomo V del Cancionero:
Somos unos cuantos amigos
los que esta murga formamos
y pensamos divertirnos
con el dinero que hagamos.
Llevamos a "Caja"
y también llevamos
al "Alpargatero".
Llevamos a "Chirines"
y al "Culi" además,
y por mala suerte
al cojo Gavilán.
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