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10. LA CASA DEL OBISPO CABALLERO
El obispo Caballero fue el huertapalaciego más ilustre de los nacidos en el barrio de la Huerta Palacio.
© Enrique Alcalá Ortiz
enía una de las fachadas de más empaque del barrio. Sin exhibir una presencia ostentosa, presentaba un alzado mucho más rico que las de su alrededor. Nunca, mientras viví allí, fui consciente de que aquella fuera la casa donde había nacido Antonio Caballero y Góngora, el Obispo Caballero, este prieguense tan importante en política y religión, y al que Priego en 1923 le dedicó el mayor homenaje que se pueda tributar a un hijo predilecto, dándole una calle ‑Acequia‑, erigiéndole una estatua, haciéndole unas sonadas y costosas fiestas y acordando la colocación de " (...) una lápida en la fachada donde nació que a la sazón es la que está establecida la fábrica de tejidos de Dolores Aranda Alcoba (...)". No sé si llegaron a colocarle la lápida. La verdad es que hoy la placa conmemorativa en su casa natal no existe, se la llevó el viento, igual que la que le colocaron a la de Álvarez Cubero o la del presidente, tirada a martillazos. Un destino zarrapastroso y zote pone en el zurrón del cíngaro maraña de olvidos y escarnios envidiosos con estos zutanos que son nuestro orgullo más pregonado. De esta matanza de placas, se recuperó en el primer centenario de su nacimiento la de don Niceto Alcalá‑Zamora, única de las existentes que aluden a un hijo natal.
Así que en el Obispo Caballero, "un huertapalaciego ilustre", tengo un compañero de barrio que se me adelantó unos siglos a corretear por la calle San Luis.
Después de un corralón con una vegetación imprevista y descuidada que daba acceso a una vivienda escondida, hay varios edificios hasta llegar a la que llamábamos "la casa del cuadro". Presidía y preside la pequeña fachada de la casa donde está colocada y es una obra al óleo de buenas dimensiones que representa la Santísima Trinidad coronando a la Virgen. Ésta llena el centro del cuadro y recoge las manos en actitud orante, mientras el Padre a un lado con pelos blancos y el Hijo al otro con un "look" más joven, la acogen, mientras el Espíritu Santo en su tradicional forma de paloma blanca ilumina la escena con su luz. El cuadro en cuestión es una copia de Velázquez, realizada y colocada no sé cuando, aunque sospecho que fuera en la segunda década de este siglo cuando se llevó a cabo la renovación de la Hermandad de Belén y estaba de moda el pintor local Santaella. Para protegerla del sol, le tienen colocada una persiana verde que sube y baja el propietario de la casa, según las circunstancias y el que la adorna en las celebraciones importantes. Es una de las hornacinas más grandes y hermosas en este Priego donde tantas existen y la única que hay en el barrio. El sitio de su colocación creo que está escogido adrede, pues desde lo más lejos de la calle Belén se contempla el colorido de la escena que se va aclarando a cada paso que das.
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