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TORQUEMADAS DE NUEVO CUÑO
Modos antiguos de actuación ya caducada.
© Enrique Alcalá Ortiz
Tomás de Torquemada (1420-1498), famoso primer inquisidor del siglo XV, confesor de la reina Isabel fue perseguidor de herejes, matador de conversos y de todo individuo que hablara contra la Inquisición y que cual doctorado en fuego, promovió la quema de literatura no católica, particularmente bibliotecas judías y árabes. Todo el que no comulgara con sus ideas, si lo cogía, tenía unas vacaciones gratis encima de una pira de palos incandescentes.
Para nuestra alegría este triste personaje ya es sólo historia, pero tan arraigada está su filosofía, por lo que se ve, que al primer ejercicio de libertad de expresión que se haga con cierta valentía en un pueblo tan poco acostumbrado a estas anécdotas, provoca de una forma desaforada actitudes ya en desuso que fueron de uso cotidiano en el siglo XV y posteriores para nuestra desgracia.
Francisco Pérez Marín irrogándose una autoridad no le compete me pide que me calle. Como no he hablado, sino escrito, entiendo que su petición u orden, va dirigida a que no escriba artículos de opinión porque el tema de ellos no le gusta.
En otro sentido la referencia a mis libros y a mi obra cultural prieguense es un asunto de educación. Que muestre desprecio al soporte básico de la cultura de un pueblo no tiene para mí comentario porque está demostrando los pocos valores que encierra su formación. Siento estas carencias. Estoy seguro que si leyera, sobre todo, textos liberales, no se atrevería que a pedir a nadie que dejara de expresarse y manifestar sus opiniones.
Afortunadamente no tiene capacidad de vetar la libre opinión de cualquier ciudadano que la exprese dentro del margen de la legalidad vigente. No es nadie para ser un torquemadilla de pueblo. Nuestro actual régimen democrático nos protege de personajes con tales instintos deleznables que cuando se hacen con el poder atenazan las mentes que ejercen la libertad de pensamiento.
La Constitución Española aprobada por la Cortes el 31 de octubre de 1978 con referéndum del 6 de diciembre, recoge en su artículo 20, punto 1, "se reconocen y protegen los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción". Así que sería un delito lo que está proponiendo si pudieran llevar a efecto a la fuerza sus propuestas
Si mis opiniones como ejercicio limpio de mi libertad de expresión no le gustan, la solución es muy fácil. ¿Por qué las lee? Hay que ser masoquista para recrearse con el disgusto y después, saltándote los artículos constitucionales pedir que el opinador no opine. Lo que está fuera de lugar son las actitudes de un Torquemada a destiempo cuando las monarquías absolutas y las instituciones inquisitoriales están fuera de nuestras vidas.
Como tanto en línea colateral como directa, hay profesionales de la música en su familia, espero que este supuesto incumplimiento de nuestra Constitución por su parte no sea una supuesta inversión para obtener los créditos necesarios y tener más fuerza para que los musicólogos puedan supuestamente conseguir conciertos o plaza de enseñanza en algunas de las instituciones públicas que nos rodean. Porque si esto resultara supuestamente cierto, mis carcajadas iban a sonar más fuerte que las Aleluyas de Handel interpretadas por la Sinfónica de Viena, aunque a sus oídos sonaran como el Réquiem de Mozart interpretado con canutos de caña.
Lo dicho, yo a expresar mis opiniones. Tú, haz lo que quieras, menos prohibirme que me exprese porque no eres quien, amigo mío. Por ahora, Torquemada es un apartado más a estudiar en los manuales de historia, hoy al fin no censurados. No interpretes tan funesto personaje en mis escritos porque no te lo permito, y eso con todas las de la ley.
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