Por Maruja Barbudo
Un lejano recuerdo versallesco
evoca la belleza de tu Fuente.
Del Rey se llama y para un rey fue hecha.
Priego. Tan señorial y culto.
Sereno y cordobés en el empaque
de su ponderación tan ordenada.
Los ojos asombrados, te van adivinando:
cada esquina, una iglesia por ángeles labrada.
Entre la blanca cal de tus callejas,
la sorpresa del arte en la bella portada.
El rojo y duro mármol de tu vecina sierra,
se hace columna, flor hoja tierna,
en barroco Sagrario
yen la Cruz y espadaña de la Aurora,
con los primeros rayos mañaneros,
el viento va cantando y se hace copla
con los campanilleros.
¡Priego soñado! Tú mereces estar viviéndote siempre.
Asomarse a balcones de tu Adarve,
sentir correr tus fuentes encantadas,
poder vivir tus casas solariegas,
y allí siempre quedarte,
entre poesía de Córdoba y Granada.