Por Luis Casanueva
Prueba concluyente para demostrar la falsedad de la estúpida leyenda panderetesca referente a Andalucía, es la ciudad de Priego que, en la entraña de la región, y no sujetas a influencias de regiones distintas, conserva intacto su carácter andaluz, de una Andalucía verdad, hermosa, alegre, de alegría sana y exenta de todo efectismo teatral.
Es Priego población andaluza por su brillante sol, por su cielo, por la belleza de sus campos pintados de variadísimos colores, belleza fuerte y enérgica, de tanta intensidad que, en un principio, desconcierta, confunde no puede ser saboreada plenamente, para después, acostumbrado ya el paladar estético del viajero, sorprenderle con nuevas manifestaciones, nuevas exquisiteces, generadoras de goces artísticos inesperados. Y al mismo tiempo población andaluza resulta también por su formalidad, nada triste, por su fe religiosa nada hipócrita, por la industria que en ella florece, demostración evidente de la laboriosidad de sus habitantes, por la naturalidad risueña que la distingue, tan diferente de la falsa explosión de una alegría y una gracia forzadas y groseras casi siempre, que aún constituyen el prototipo de lo andaluz para algún espíritu ignorante e ineducado.
Así hora su tierra, proclamando lo que es en realidad, Andalucía, Priego la cordobesa, la de bellísimas y airosas mujeres, la de moradores hidalgos y corteses, la que ostenta, entre sus adornos, el Paseo del Adarve mirador desde el que se contempla el magnifico paisaje de la Vega, la ciudad, en fin, de la famosa Fuente del Rey, hermosísimo fruto de una feliz unión de la Naturaleza y el Arte.