Por Sebastián Cuevas
A un jubiloso mar que poco a poco,
arboleda de cabos, peregrina;
a un agua seminal y masculina
que freza sobre un útero barroco;
no a manantial; ni a azanca; a ojo tampoco;
yo te llamo a una arteria, vena y mina
que se abre en canal y se amotina.
A Moisés en Horeb, yo te convoco.
A una almadraba y copo de la linfa.
A un degüello de dioses e hipocampos.
¡A la Fuente del Rey!, te congrego.
Zahoríes del alba, al parto, fauno y ninfa
repoblaran rocío por los campos
desde el adarve y corazón de Priego.