-
CALLES PARA ANDAR Y CARRETERAS PARA MAREARSE (III)
Todavía hoy día existen plataformas para reivindicar la mejora de nuestras carreteras, ¿cómo serían hace seis décadas?
© Enrique Alcalá Ortiz
l pavimento de las calles del pueblo estaba de pena. Excepto el de las calles céntricas, Río, Carrera de las Monjas y Ribera con adoquines de granito, y algunas otras de dura piedra, las otras exhibían buenos socavones en su descuidado pavimento empedrado o de tierra pisada debido a los temporales y a las ruedas metálicas de los numerosos carros tirados por mulos que hacían servicio de transporte por las calles del pueblo. Las huellas paralelas en el pavimento de los aros metálicos de las ruedas dibujaban cuadros ondulados de tintes modernistas. A lo que se sumaba los olorosos excrementos de los muchos animales, mulos, burros, cabras, perros vagabundos que por entonces vivían en las casas sin pagar alquiler por su hospedería. Llegó al fin el día, en el que Ayuntamiento en un rasgo de modernidad prohibió que las ruedas metálicas de los carros fueran sustituidas por otras de goma igual que las de los coches. De esta forma ya no harían más daño en el pavimento público. Desde entonces, los artesanos de ruedas de carros tuvieron que cerrar sus talleres y buscarse otros empleos en la localidad o marcharse a la emigración como hicieron la mayoría.
Si esto eran las calles del pueblo, las carreteras que nos unían a los distintos pueblos de la comarca eran serpentinas mareantes. La de Alcalá la Real o la de Cabra, a su estrechez unían un trazado de cabras por lo que era siempre una aventura ?disfrutar? de sus curvas de noventas grados en adelante, sus cambios de rasante y sus empinadas cuestas. Ya en la década de los ochenta nos arreglaron la de Cabra, más tarde la de Alcalá la Real y nos abrieron la variante que pasa por los Prados. Pero para que no perdamos la memoria histórica todavía nos quedan la que nos une a Algarinejo, Lagunillas y al Puente de San Juan camino de Jaén. Habrán pensado que si nos las quitaban de pronto, podría darnos un infarto de gozo, se quedarían sin ciudadanos contribuyentes y sin papeletas de voto en los días de elecciones. O algo parecido. La verdad es que según dicen hay un proyecto bastante avanzado para ?enderezarnos? la que nos une al Puente de San Juan. Es vergonzoso que en estas profundidades del siglo XXI todavía tengamos una carretera tan torturante.
Emigración
En los duros años de la posguerra, ya más bien bastante cerca de los años cincuenta, tuve ocasión de ver como alguna familia del barrio de la Huerta Palacio, buscando mejorar su vida, la desgarraban, marchando a la emigración. En estos años duros del franquismo se marchaban a la Argentina, por entonces en buena bonanza económica comparada con la española y con buenas relaciones diplomáticas y comerciales acrecentadas porque la mayoría de los países les tenían cerradas las puertas a nuestra dictadura. Por estos años, se mantenían en plena actividad algunas decenas de fábricas textiles que daban trabajo a varios miles de hombres y mujeres, por lo que a pesar de las largas jornadas de trabajo y el exiguo sueldo, en Priego no había tanta pobreza miserable como en otros pueblos de la Campiña, como bien ha resaltado Gerald Brenan. La industria y la agricultura paliaron un poco las hambres de aquellos años. Pero apenas iniciarse la década de los sesenta la industria textil entró en crisis. Nuestras fábricas seguían trabajando con una metodología y unos telares de principios de siglo por lo que no supieron dar repuesta adecuada al desarrollo industrial que se había producido en Europa. Y fueron cayendo una a una. Como si de una plaga se tratara, el ruido escandaloso de los telares metálicos fue enmudeciendo y nuestros paisanos se vieron cobrando el paro y al acabarse éste, largas colas de prieguenses tomaron sus maletas de cartón, montaron en un autobús y marcharon hacia el País Vasco, Madrid o Cataluña donde fundaron verdaderas colonias. Así de los años sesenta a setenta, miles de priegúos abandonaron la tierra y aguas de la Pandueca y con tristeza buscaron ocupación allí donde el Régimen creaba puestos de trabajo para acallar los ánimos siempre inquietos de vascos y catalanes. Otros buscaban las democracias europeas que por fin nos abrieron las fronteras cuando se dieron cuenta que Franco no era tan peligroso como el comunismo. Días tristes para nuestro pueblo. Que con los años, conociendo vías comerciales y estructuras empresariales, supieron reconvertirse en fábricas de confección con el dato curioso de que muchos de los nuevos empresarios confeccionistas fueron empleados y obreros en las desaparecidas industrias textiles. No hay como la necesidad para despertar la inteligencia y poner en marcha iniciativas de supervivencia. Como ya hemos apuntado en otra ocasión, el signo emigratorio como las veletas de las torres ha cambiado de dirección. A cientos son los africanos que cada día llegan en pateras a nuestras costas en busca de trabajo y comida. En Priego ya tenemos instalados restaurantes chinos, zocos moros y muchos trabajan en el campo y en la construcción. No es raro al pasear por las calles encontrarse una variopinta escala de colores en las pieles de los viandantes. Los que más abundan son los marroquíes, negros y de nuestra América Latina. Durante muchos siglos los europeos han invadido sus tierras para aprovecharse de ellos, hoy por su propia iniciativa, sin papeles, emigran a Europa esperando formar parte de la sociedad del bienestar que disfrutamos.
2488 Veces visto -
|
|