ntonio Caballero y Góngora nace en Priego (Córdoba) el día 24 de mayo de 1723 en la calle San Luis en la casa que luego ocupó la fábrica de la viuda de Niceto Aguilera y la fábrica de sombreros, que parece que fueron una misma casa, y fue bautizado dos días después en la entonces parroquial única de la Asunción, por el licenciado Ambrosio Carrillo Aguilera, cura párroco de entonces y le impusieron los nombres de Antonio, Pascual de San Pedro Alcántara. Su padre Juan Caballero y Espinar, había sido Regidor y Alcalde Ordinario de la Villa por el Estado Noble, para cuyos cargos se necesitaban las pruebas más rigurosas de antigua ejecutoria e hidalguía.
Los frailes de San Francisco, le iniciaron en los estudios de la Gramática y Humanidades.
El 25 de diciembre de 1728 recibió el sacramento de la confirmación junto con su hermano Ambrosio por el Ilustrísimo Señor Fray Dionisio de Villavicencio, Agustino, Obispo de León de Nicaragua.
Después pasa a Granada residiendo primero en el monasterio de San Jerónimo y luego en el de San Bartolomé y Santiago y por último ingresa por oposición en el Imperial Colegio de Santa Catalina, siendo licenciado en Teología el 13 de junio de 1744.
El 15 de septiembre de 1750 es ordenado presbítero y nombrado Capellán Real y en 1753 pasa de Canónigo a Córdoba por oposición en donde desempeñó su cargo durante 22 años.
La estancia de Antonio Caballero como canónigo en Córdoba durante 22 años se caracteriza por su trabajo como sacerdote ejemplar y como diplomático acompañante a personajes ilustres que desfilan por Córdoba, pero en el año 1767 abandona todo lo que pueda significar vida pública y se retira al convento de San Felipe Neri, donde hace una vida apartada, dedicada solamente al estudio y a la oración. La causa es la situación de controversia que en Córdoba produjo el decreto real expulsando a los jesuitas. La honda división entre los partidarios y los enemigos de esta disposición hace que se aparte de todos, refugiándose en el convento y abstrayéndose en el estudio. Poco dura esto.
En 1774 fue invitado a predicar en la Capilla Real con asistencia de los Reyes y de toda la Corte, siendo su palabra tan maravillosa y elocuente que Carlos III se emociona y decide proponerle al Papa para el Episcopado siendo preconizado Obispo de Yucatán y en el año 1776 consagrado Obispo en la Catedral de La Habana por el Obispo de Cuba, don Santiago José Echevarría, ocupando la Sede de Mérida.
El 19 de septiembre de 1777 es ascendido a Arzobispo y nombrado para la Sede de Santa Fe de Bogotá, en cuya Sede con su predicación incesante lleva la luz de la Iglesia a nuevos hombres y amplia el dominio de su Rey.
En marzo de 1782, Carlos III le nombró Virrey de Nueva Granada, que comprendía un vasto territorio con unas producciones riquísimas (metales preciosos, perlas, magníficas maderas etc.) donde fue Virrey, Capitán General y Presidente dignificando estos cargos con su moral intachable, y fino tacto para los negocios de Estado y su predicación constante. Fueron las misiones su gran preocupación y llevó capuchinos, franciscanos y dominicos que llevaron a cabo una gran labor evangelizadora: Se ocupó especialmente también de la cultura del pueblo, haciendo el proyecto de una magnífica Universidad, que envió a Madrid y creó numerosas escuelas.
Como su gran celo y preocupación eran las almas y especialmente la suya, pide al Rey volver a España y el 15 de septiembre de 1788, S. S. Pío VI despacha las bulas de su nombramiento de Arzobispo-Obispo de Córdoba, sede vacante por fallecimiento del titular Justa y Navarro.
Emprende su regreso a España, llegando a La Coruña en junio de 1789. Llega a Madrid donde es recibido cariñosamente por la Corte de Carlos IV va a continuación a Toledo a visitar al Metropolitano y entra triunfalmente en Córdoba en la tarde del 19 de diciembre de 1789.
Durante su pontificado cordobés realizó visita pastoral a toda la provincia empezando por Priego y Lucena. Interesándose por los problemas religiosos de cada pueblo que atendía paternalmente. También realizó obras en la catedral, colocando los dos púlpitos, barrocos, bellísimos que hay en el crucero. El 12 de febrero redacta una famosa carta pastoral al clero y pueblo, con exhortaciones para prevenirles contra el espíritu de veneno de la revolución francesa que hacia solapada propaganda.
En 1796, con ocasión de una visita Regia a Córdoba en la que Carlos IV y María Luisa fueron atendidos por el venerable Obispo, estos ordenaron a su Ministro Godoy, se dirigiera al Papa solicitando para el venerable anciano Sr. Obispo un capelo cardenalicio, pero tres días después, el 24 de marzo de 1796, Jueves Santo, fallecía tan preclaro varón, gloria de Priego y honra de España siendo enterrado en el trascoro de la catedral.