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52. MEDALLAS Y CRUCES
Las autoridades eclesiásticas condecoran al sacerdote Ángel Carrillo
© Enrique Alcalá Ortiz
or eso le concedieron una medalla al mérito religioso y le hicieron un homenaje para su imposición en el Salón Victoria, y en verdad que se lo tenía merecido. La labor ingente que había desarrollado a lo largo de su vida fue gigantesca. A eso sumaba la Adoración Nocturna para hombres. Todos los sábados del mes, se juntaban en la sacristía los adoradores y se establecían turnos por parejas delante del sagrario de la capilla de Jesús Nazareno. Mientras esperabas turno de adoración, estabas de charla con los amigos o durmiendo en unos camastros muy usados. Hasta que a las seis de la mañana, se celebraba la santa misa, se comulgaba y nos íbamos a desayunar tejeringos. Después, a descansar a la cama, hasta las dos o las tres.
El día de su entierro hubo una impresionante manifestación de duelo. Aparte de todos los seminaristas, curas y toda clase de autoridades, acudió el pueblo en masa a decirle el último adiós. En la Asunción, se celebraron las exequias, y leyeron el sencillo testamento espiritual. Porque como decía, no tenía bienes materiales. Toda su vida en Priego, había vivido en unas dependencias adosadas a la iglesia de San Francisco, atendido por unas sobrinas, con una pobreza igual que los frailes del antiguo convento, sin utilizar ninguno de los adelantos técnicos, como la televisión, que el pueblo iba disfrutando y que sospechaba como un instrumento del diablo. A pesar de que el Concilio Vaticano II, entre otras cosas, había permitido usar ropas de seglares a los sacerdotes, y así lo hicieron muchos, él seguía, y aconsejaba a sus sacerdotes que usaran la sotana. Así que cuando casi todos empezaron a usar una especie de "cleriman", él continuaba atado a su sotana. En la actualidad, sólo un cura, luce sotana de los cinco sacerdotes que tiene Priego. Dice que a él lo hicieron clérigo de negro, y no se viste de paisano. Se ve como un anacronismo pintoresco, ensotanado, ya sea invierno o verano.
Con el desarrollo económico, germinó una nueva mentalidad en el pueblo y ya no eran tantos los seminaristas y menos las vocaciones, así como las ayudas que recibía. Otro sacerdote de los suyos, Manuel García, continuó la obra, pero los tiempos ya eran otros, los supuestos sociales muy distintos a los del gran auge. Desaparecieron todos los aspirantes. Igual que muchos de los sacerdotes. Desde el 1963 empezaron a dejar la sotana y casarse, con dispensa papal o sin ella, la mayoría por lo civil, aunque su deseo era por la iglesia a la que pertenecían. El número exacto de los abandonos no lo sé, pero su cifra es muy elevada, quizás la mitad de los ordenados sacerdotes. Esto llenó de pesadumbre a Donángel que veía como se desmoronaba su obra de toda la vida.
Sus restos reposan en la capilla de Jesús Nazareno, gesto romántico de los que lo quieren todavía para que esté cerca de la imagen ante la que tanto oró.
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