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CANTO A LA VILLA (y otros poemas)
Manuel Mendoza Carreño, alcalde, maestro y poeta, canta a la Villa, al duende de la Milana, Fuente de la Salud, su Virgen, Fuente del Rey y costaleros de Jesús Nazareno.
MANUEL MENDOZA CARREÑO
CANTO A LA VILLA
Águilas del Capitolio
ensombrecieron el suelo,
y, al correr de las legiones
sobre estos campos, tejieron
estrofas para la Historia,
en dáctilos berroqueños
que cantaran los poetas
inspirados, del Imperio.
Castillo y Villa añoraron
futuros firmes cimientos.
La Villa nació guerrera;
su cuna arrullaron versos,
que las aguas de sus fuentes,
en murmullos, repitieron
por los caminos sembrados
de jarales y romeros.
Su sangre fue sangre noble,
brotada en latino seno,
que, al hacerse castellana,
le dio su nombre señero.
Tú, Villa, recién nacida,
al amparo de los negros
torreones del Castillo,
eras un débil engendro
de puras carnes rosadas;
de tersos pétalos tiernos,
un capullo que se abre;
de la brisa, débil eco;
un sollozo que se apaga,
un suspiro y un lamento.
Y, hecha moza ilusionada,
los turbantes sarracenos
de perfumados jazmines
aguirnaldaron tu pecho.
La media luna brillante
que disparaba el desierto
sobre corceles alados,
nimbó de plata tu cuerpo;
y, en tus ojos soñadores,
puso el brillar de los fuegos.
Como una novia galante,
recatada en el silencio
de tus angostas callejas,
meditabas el misterio
de tu carne palpitante,
libando en el mismo beso,
las dulzuras del romano
y el ardor del agareno.
Hecha de piedra romana,
bruñida en fino arabesco,
preciosa como las flores,
brillante como un acero,
te unieron Reyes Cristianos
a los castellanos reinos;
el Cristo Crucificado,
con sus dos brazos abiertos,
te atrajo para su fe
con las llagas de su cuerpo.
De entonces, eres dichosa,
dormida en seguro lecho,
con la Iglesia y el Castillo
como centinela eterno.
Y, mientras que, bien templados
los violines de los tiempos
interpretan las sonatas
de los históricos hechos,
eres la novia querida,
crisol de orgullo y de afectos;
eres la novia bonita,
la de los bonitos sueños
y delicados quereres
del más feliz de los pueblos;
eres la novia graciosa
del galán más pinturero
que desgrana sus amores,
con las luces de su cielo,
con las aguas susurrantes
del cristalino arroyuelo,
con las rosas perfumadas
que se abrazan a los hierros
de tus ventanas floridas;
eres.., la novia de Priego.
Por ello, te quiere tanto,
por ello, con embeleso,
te contempla entusiasmado,
te dedica sus requiebros,
que, en pentagrama invisible,
clava con notas de fuego.
¡Ay, Villa! Cómo te quiere,
cómo te quiere mi pueblo,
con un amor que es su vida,
y es de su alma el embeleso.
Tus casas, de limpia albura,
las platea, con esmero,
y en tus balcones florecen
los rosales, los dompedros,
los geranios, los claveles,
como un corazón abierto
del más galante, rendido,
enamorado mancebo.
Hasta el mismo Dios bendito,
que, en sagrario prisionero,
sabe de noches amargas,
de abandonos y desprecios,
te quiere, tanto te quiere,
que, abandonando su encierro,
hecho pan, en la Custodia,
de este amor es pregonero;
y, entre rezos, entre cantos,
entre perfumes de incienso,
te visita año tras año,
el Divino Nazareno.
Sin ti, mi tierra no vive;
sin ti, mi pueblo se ha muerto.
¡Ay Villa!, mientras existas,
darás vida al romancero,
dormida sobre el Adarve;
y asomándote a sus huertos,
serás la novia bonita,
serás.., la novia de Priego.
EL DUENDE
Hay alborozo y contento
y esperanza en nuestra gente
porque este año rompió
El Duende.
En estos tiempos tan duros,
nadie pretenda ni intente
conocer si es sospechoso
El Duende.
No es de derechas, ni izquierdas,
ni de centro -un raro ente-,
es de todos los partidos
El Duende.
Es tardón y veleidoso,
inconstante, extraño, feble,
pero a todos nos encanta
El Duende.
Porque en su boca barbota,
con espumoso deleite,
la abundancia cuando rompe
El Duende.
Es para los labradores
cebada, trigo y aceite.
Para todos la riqueza,
El Duende.
No se asusten los extraños,
ni pregunten, ni se alteren,
que es Hijo de la Milana
El Duende.
Para que no nos traicione
ni, enhoramala, se ausente
por Adarve está recogido,
para siempre, para siempre,
El Duende.
A LA FUENTE DE LA SALUD
Fantásticas columnas salomónicas
sostienen esta bóveda atrevida,
donde cantan las aguas borbotantes
con ritmo de poética casida.
Riquísimos alcázares de perlas
de clarísima limpia transparencia
en lo profundo, cuyo oculto seno
de espléndidos tesoros está lleno.
Las escondidas ninfas, un portento
de una riqueza impar, se ven ceñidas
del rosario de amores y de rezos
que, en el afán diario de sus vidas,
a la Virgen le ofrece todo el pueblo.
Rosario interminable de oraciones
que la gente prieguense las trasiega
a la mullida de esmeralda alfombra
convertidas en frutos de la Vega.
Y aquí, amante dios conduce el agua,
en sus manos las bridas y el tridente,
entre rumores de la blanca espuma
de la cascada sonora de la Fuente.
Un penacho de nieve la corona,
allá al fondo, cercana lejanía,
en su imponente cumbre la Tiñosa,
con diadema de rica pedrería.
A LA VIRGEN DE LA SALUD
(En reparación)
Dicen, madre, que de noche te hurtaron,
cuando el pueblo, confiado, dormía,
una noche que ni estrellas había,
para hacer el sacrilegio? ¿pensaron
tan gran crimen hacer y no rezaron
a tus plantas, Señora, ?Ave María?
que, sin duda, su madre enseñaría,
cual tesoro mayor, del que heredaron?
Cuatro siglos que tu imagen estuvo
presidiendo el manantial de la Fuente,
fue el orgullo de tu pueblo piadoso.
Desvergüenza, para mí, mayo no hubo,
ni pesa que me torture y atormente,
y es baldón para Priego, bochornoso.
A LA FUENTE DEL REY
De piedra berroqueña las columnas
sostienen esta bóveda atrevida
mientras cantan las aguas borbotantes
con ritmo de poéticas casidas.
Alcázares perleros enseñados
acunados en limpia transparencia
en el profundo cuyo oculto seno
de envidiables tesoros está lleno.
Las escondidas ninfas, embeleso
por su belleza impar, se ven ceñidas
de un rosario de amores y de rezos
que, en el afán diario de sus vidas,
a la Virgen le ofrece todo el pueblo.
Venero interminable de oraciones
que el correr de los días las trasiega
a la mullida de esmeralda alfombra,
convertidas en frutos, de la Vega.
Neptuno, con amor, conduce el agua,
en sus manos las bridas y el tridente,
entre rumores de la blanca espuma
de la cascada sonora de la Fuente.
Y un penacho de nieve la corona
allá, al fondo, añorada lejanía
en su imponente cumbre la Tiñosa
con diadema de rica pedrería.
A LOS COSTALEROS DE JESÚS
Costaleros de Jesús
que, con entrañable empeño,
sois cirineos amantes
del Divino Nazareno.
Sois un racimo apretado
de amor, en jóvenes pechos,
al cargar sobre los hombros
esta Cruz, divino leño,
anhelantes, sudorosos,
doloridos y deshechos.
Sois rico río de amores
de un generoso venero
que les fluye por nuestras calles,
entre vivas y entre rezos
de las gentes que os envidian
por llevar al Nazareno.
Sin vosotros seria otro
el Viernes Santo de Priego.
Que el desaliento no os venza
porque el Divino Cordero
ha de premiaros con creces
el fervor y el sufrimiento,
un Viernes Santo sin Cruz,
un Viernes Gloria eterno,
haciendo gozo el dolor
de sus fieles costaleros.
Ay, quién pudiera llevar
en el alma este madero
que va agobiando a Jesús,
el Viernes Santo de Priego,
hasta llegar al Calvario
entre vivas y entre rezos.
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