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06.25. HERENCIAS FAMILIARES Y ALGUNAS COMPRAS EN PRIEGO DE NICETO ALCALÁ-ZAMORA

 




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Poemas a Priego - Poesía

CANTO A LA VILLA (y otros poemas)

Manuel Mendoza Carreño, alcalde, maestro y poeta, canta a la Villa, al duende de la Milana, Fuente de la Salud, su Virgen, Fuente del Rey y costaleros de Jesús Nazareno.

MANUEL MENDOZA CARREÑO



 

 CANTO A LA VILLA

 

Águilas del Capitolio

ensombrecieron el suelo,

y, al correr de las legiones

sobre estos campos, tejieron

estrofas para la Historia,

en dáctilos berroqueños

que cantaran los poetas

inspirados, del Imperio.

Castillo y Villa añoraron

futuros firmes cimientos.

 

La Villa nació guerrera;

su cuna arrullaron versos,

que las aguas de sus fuentes,

en murmullos, repitieron

por los caminos sembrados

de jarales y romeros.

Su sangre fue sangre noble,

brotada en latino seno,

que, al hacerse castellana,

le dio su nombre señero.

 

Tú, Villa, recién nacida,

al amparo de los negros

torreones del Castillo,

eras un débil engendro

de puras carnes rosadas;

de tersos pétalos tiernos,

un capullo que se abre;

de la brisa, débil eco;

un sollozo que se apaga,

un suspiro y un lamento.

Y, hecha moza ilusionada,

los turbantes sarracenos

de perfumados jazmines

aguirnaldaron tu pecho.

La media luna brillante

que disparaba el desierto

sobre corceles alados,

nimbó de plata tu cuerpo;

y, en tus ojos soñadores,

puso el brillar de los fuegos.

 

Como una novia galante,

recatada en el silencio

de tus angostas callejas,

meditabas el  misterio

de tu carne palpitante,

libando en el mismo beso,

las dulzuras del romano

y el ardor del agareno.

Hecha de piedra romana,

bruñida en fino arabesco,

preciosa como las flores,

brillante como un acero,

te unieron Reyes Cristianos

a los castellanos reinos;

el Cristo Crucificado,

con sus dos brazos abiertos,

te atrajo para su fe

con las llagas de su cuerpo.

De entonces, eres dichosa,

dormida en seguro lecho,

con la Iglesia y el Castillo

como centinela eterno.

 

Y, mientras que, bien templados

los violines de los tiempos

interpretan las sonatas

de los históricos hechos,

eres la novia querida,

crisol de orgullo y de afectos;

eres la novia bonita,

la de los bonitos sueños

y delicados quereres

del más feliz de los pueblos;

eres la novia graciosa

del galán más pinturero

que desgrana sus amores,

con las luces de su cielo,

con las aguas susurrantes

del cristalino arroyuelo,

con las rosas perfumadas

que se abrazan a los hierros

de tus ventanas floridas;

eres.., la novia de Priego.

Por ello, te quiere tanto,

por ello, con embeleso,

te contempla entusiasmado,

te dedica sus requiebros,

que, en pentagrama invisible,

clava con notas de fuego.

 

¡Ay, Villa! Cómo te quiere,

cómo te quiere mi pueblo,

con un amor que es su vida,

y es de su alma el embeleso.

Tus casas, de limpia albura,

las platea, con esmero,

y en tus balcones florecen

los rosales, los dompedros,

los geranios, los claveles,

como un corazón abierto

del más galante, rendido,

enamorado mancebo.

Hasta el mismo Dios bendito,

que, en sagrario prisionero,

sabe de noches amargas,

de abandonos y desprecios,

te quiere, tanto te quiere,

que, abandonando su encierro,

hecho pan, en la Custodia,

de este amor es pregonero;

y, entre rezos, entre cantos,

entre perfumes de incienso,

te visita año tras año,

el Divino Nazareno.

Sin ti, mi tierra no vive;

sin ti, mi pueblo se ha muerto.

¡Ay Villa!, mientras existas,

darás vida al romancero,

dormida sobre el Adarve;

y asomándote a sus huertos,

serás la novia bonita,

serás.., la novia de Priego[1].

 

 

            EL DUENDE

 

Hay alborozo y contento

y esperanza en nuestra gente

porque este año rompió

El Duende.

 

En estos tiempos tan duros,

nadie pretenda ni intente

conocer si es sospechoso

El Duende.

 

No es de derechas, ni izquierdas,

ni de centro -un raro ente-,

es de todos los partidos

El Duende.

 

Es tardón y veleidoso,

inconstante, extraño, feble,

pero a todos nos encanta

El Duende.

 

Porque en su boca barbota,

con espumoso deleite,

la abundancia cuando rompe

El Duende.

 

Es para los labradores

cebada, trigo y aceite.

Para todos la riqueza,

El Duende.

 

No se asusten los extraños,

ni pregunten, ni se alteren,

que es Hijo de la Milana

El Duende.

 

Para que no nos traicione

ni, enhoramala, se ausente

por Adarve está recogido,

para siempre, para siempre,

El Duende[2].

 

 

A LA FUENTE DE LA SALUD

 

Fantásticas columnas salomónicas

sostienen esta bóveda atrevida,

donde cantan las aguas borbotantes

con ritmo de poética casida.

Riquísimos alcázares de perlas

de clarísima limpia transparencia

en lo profundo, cuyo oculto seno

de espléndidos tesoros está lleno.

Las escondidas ninfas, un portento

de una riqueza impar, se ven ceñidas

del rosario de amores y de rezos

que, en el afán diario de sus vidas,

a la Virgen le ofrece todo el pueblo.

Rosario interminable de oraciones

que la gente prieguense las trasiega

a la mullida de esmeralda alfombra

convertidas en frutos de la Vega.

Y aquí, amante dios conduce el agua,

en sus manos las bridas y el tridente,

entre rumores de la blanca espuma

de la cascada sonora de la Fuente.

Un penacho de nieve la corona,

allá al fondo, cercana lejanía,

en su imponente cumbre la Tiñosa,

con diadema de rica pedrería.

 

 

A LA VIRGEN DE LA SALUD

(En reparación)

 

Dicen, madre, que de noche te hurtaron,

cuando el pueblo, confiado, dormía,

una noche que ni estrellas había,

para hacer el sacrilegio? ¿pensaron

 

tan gran crimen hacer y no rezaron

a tus plantas, Señora, ?Ave María?

que, sin duda, su madre enseñaría,

cual tesoro mayor, del que heredaron?

 

Cuatro siglos que tu imagen estuvo

presidiendo el manantial de la Fuente,

fue el orgullo de tu pueblo piadoso.

 

Desvergüenza, para mí, mayo no hubo,

ni pesa que me torture y atormente,

y es baldón para Priego, bochornoso[3].

 

 

A LA FUENTE DEL REY

 

De piedra berroqueña las columnas

sostienen esta bóveda atrevida

mientras cantan las aguas borbotantes

con ritmo de poéticas casidas.

 

Alcázares perleros enseñados

acunados en limpia transparencia

en el profundo cuyo oculto seno

de envidiables tesoros está lleno.

Las escondidas ninfas, embeleso

por su belleza impar, se ven ceñidas

de un rosario de amores y de rezos

que, en el afán diario de sus vidas,

a la Virgen le ofrece todo el pueblo.

 

Venero interminable de oraciones

que el correr de los días las trasiega

a la mullida de esmeralda alfombra,

convertidas en frutos, de la Vega.

 

Neptuno, con amor, conduce el agua,

en sus manos las bridas y el tridente,

entre rumores de la blanca espuma

de la cascada sonora de la Fuente.

 

Y un penacho de nieve la corona

allá, al fondo, añorada lejanía

en su imponente cumbre la Tiñosa

con diadema de rica pedrería[4].

 

 

A LOS COSTALEROS DE JESÚS

 

Costaleros de Jesús

que, con entrañable empeño,

sois cirineos amantes

del Divino Nazareno.

Sois un racimo apretado

de amor, en jóvenes pechos,

al cargar sobre los hombros

esta Cruz, divino leño,

anhelantes, sudorosos,

doloridos y deshechos.

Sois rico río de amores

de un generoso venero

que les fluye por nuestras calles,

entre vivas y entre rezos

de las gentes que os envidian

por llevar al Nazareno.

Sin vosotros seria otro

el Viernes Santo de Priego.

Que el desaliento no os venza

porque el Divino Cordero

ha de premiaros con creces

el fervor y el sufrimiento,

un Viernes Santo sin Cruz,

un Viernes Gloria eterno,

haciendo gozo el dolor

de sus fieles costaleros.

Ay, quién pudiera llevar

en el alma este madero

que va agobiando a Jesús,

el Viernes Santo de Priego,

hasta llegar al Calvario

entre vivas y entre rezos.



[1] Primer premio en concurso convocado por el Excmo. Ayuntamiento).

[2] Adarve, 15-2-1977. Número 19. Época II. Página 10.

[3] Fuente del Rey., agosto 1987, número 44, página 13.

[4] Fuente del Rey, julio 1984, número 7,  página 13.





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