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BARTOLO (y otros poemas)
José Madrid Mira de Percebal, firmaba con el seudónimo "Percy" en sus colaboraciones de "Adarve" primera época. Recordamos sus poemas "Bartolo", "Patio andaluz", "Un relato inquietante o los bares de mi pueblo", "Al llegar las Navidades", "El otro reloj",
PERCY
José Madrid Mira de Percebal
BARTOLO
Fue en La Haza de la Luna,
donde ponen el ferial
de burros, caballos y mulas,
yeguas y algún animal
de los de raza vacuna.
Dos legítimos gitanos
dos auténticos calés
y los dos eran hermanos,
Antonio y Bartolomé,
con largas varas en las manos.
Paseaban el ferial
cautelosos como gatos
y sin parar de mirar
donde se presenten tratos
o lo que poder mangar.
Uno de ellos vio venir
dos que no van de paisano;
con correaje y fusil
y así le dijo a su hermano
viendo a la Guardia Civil.
¡¡Mardita cea el demonio
Qué mus changa la feria!!
Disimula un poco Antonio
Que con la jeroz muy seria
Se aproximan do tricornio.
Cumpliendo su obligación,
el que mandaba pareja,
pidió documentación,
mostrando cédulas viejas,
con más pringue que un jamón.
Y, ¿cómo se llama usted?
Pues yo me llamo Bartolo.
¡Hombre, no; Bartolomé!
No zeñó, Bartolo zolo.
¡He dicho Bartolomé!
Y por querer discutir,
no llevando la razón,
le dio tal guasca el civil,
que un ojo como un colchón
se le puso al infeliz.
Y, ¿cómo se llama usted?,
le preguntó al compañero.
Yo me llamo Antoniomé,
a mí por mes más o menos
no me endiña su merced.
PATIO ANDALUZ
Quien no sintió la alegría.
Quien no cantó la grandeza.
Quien no sacó una poesía,
contemplando la belleza
del patio de Andalucía.
Yo que siempre escribo en guasa
que es, la costumbre mía,
he dicho: De hoy no pasa
que no cante la alegría
de los patios de la plaza.
El corazón se desancha
al ver sin tierra, sin fangos,
sin nevadas, sin escarchas,
el patio de los Naranjos
¿No lo has visto?, ¡ay que Plancha!
Un patio de gran salero
el patio del Bar el Águila,
que te pone sandunguero
cuando tomas la flor pálida
que no se sirve en florero.
Qué patio de más fragancia
el de Arturo y el de Gómez,
el de Ortiz y la Farmacia,
que aunque les den pocas flores
las pocas les dan ganancias.
Patio del Banco Central
patio de las ilusiones,
en donde puedes plantar
dos, tres o cuatro millones
sin temor al temporal.
Y en fin, para terminar,
el patio del Bar Gasógeno
donde coges al azar
algún embuste fenómeno
de un cazador al cazar.
UN RELATO INQUIETANTE O LOS BARES DE MI PUEBLO
Un tal Cristóbal Vidal
que viajaba por Europa,
quiso a España visitar
y hacerse un poco ropa
por estar hecho un Adán.
En vista de la escasez
de gasolina y carbón,
el hombre cogió el Exprés
y el Gasógeno dejó
en territorio francés.
A nuestra Patria querida
como un Águila voló.
¡Qué buena Vela! Enseguida
lo que buscaba encontró,
que era ropa a medida.
Fue un Triunfo bien conseguido
encontrar aquella tienda
y un traje tan bien cosido,
una verdadera Prenda
tan elegante y Pulido.
Recorriendo Andalucía
quiso Priego conocer
y un Atranque en La Tardía
tuvo, por tanto beber,
que le iba a costar la vida.
Con un mediano tablón
se fue todo hecho un demonio
de Campos al Bodegón
al llamado Bar Tricornio,
y Juanico el del jamón.
Libó algo extraordinario;
Casa Rogelio se hinchó,
en Los Pepes, Centenario,
y en una Venta murió
(la que está en el extrarradio).
AL LLEGAR LAS NAVIDADES
Al llegar las Navidades
la costumbre suele ser
felicitar amistades.
¡Al que esto pueda leer
le deseo felicidades!
Poeta, tú a tus poesías
no te las des de profeta,
ya ves que en la lotería
no ha tocado una peseta.
¡Debes irte a hacer poesías!
Villancicos y rondalla
al pueblo le da civismo
por cualquier sitio que vaya
fomentar el gamberrismo
es muy baja canallada.
Aquel que está acomodado
en estos días navideños
y al pobre nada le ha dado
por corazón tiene un leño
y por caridad un candado.
Si comes pavo, mejor;
si comes pollo, es lo mismo;
pero por amor de Dios
¡dale al pobre con cariño
que es la noche del Señor!
EL OTRO RELOJ
Carlos Valverde Castilla,
el gran poeta genial,
hizo un canto a maravilla
al reloj del Hospital,
el llamado de la Villa.
Yo, queriéndolo plagiar,
aunque con menos talento,
también le quiero cantar
al de nuestro Ayuntamiento,
que cerca del otro está.
Aquél en tiempos lejanos
se hizo en carro transportar
por un ?capitán romano?.
Éste en gran velocidad,
a pesar de ser hermano.
Aquél en piedra enmarcado
y le dieron voz de bronce.
Éste, en cemento armado
y... den... la una o las doce,
tan prudente y tan callado.
Aquel al amanecer,
es ya por el sol besado.
A éste, mucho después.
Así, si va retrasado,
no tiene la culpa él.
Aquél la hora señala
con potente voz de acero,
principio y fin de jornada.
Éste con su minutero,
apunta al que no hace nada.
El no quiere dar ni un cuarto,
por hacer economía,
no gasta medias (de Sparto)
ni de noche ni de día,
ni envidia al que está más alto.
Uno está en el Hospital.
Él está sobre un Palacio,
Palacio Municipal,
y si el pobre anda despacio
es porque quiere mirar
por el probo funcionario
que se pueda retrasar.
EL TORREJÓN
No hay mucho que el Torrejón,
esto es público y notorio,
lo sabe la población,
era un simple evacuatorio,
un inmundo callejón.
La Autoridad deseosa
de quitar tanta inmundicia
como madre cuidadosa,
se dio no poca prisa
en dejarla primorosa.
Antes puerca, sucia siempre,
llena de escombros y latas.
Hoy la calle de las Sierpes
o la calle de la Plata,
como la llama la gente.
Luego vino a completar
esta obra el gran Pulido
montando elegante bar,
tan bonito, tan surtido,
que otro igual no encontrarás.
A dos pasos de la Plaza,
toldos, macetas, sabor,
y cortinas de zaraza,
con precios de mostrador
en deliciosa terraza.
Ese es el bar Pulido,
el más fino y elegante
y siempre tan concurrido.
Es el hogar del viajante
y público distinguido.
LAS VISITAS DE CUMPLIDO
Es el plan más aburrido
que he conocido hasta ahora
el ponerse muy vestido
y salir con la señora
a visitas de cumplido.
Primero casa fulana
del timbre pulsó el botón.
¿Oyes? No se siente nada,
un buen rato en el portón
y al fin abre la criada.
Los saludos de rigor,
los besos de mi costilla
el? sentarse, por favor.
No se siente usted en la silla,
en el sillón es mejor.
No estar en casa el marido
casi siempre es natural,
es raro no haya salido,
ellas se ponen a hablar
y uno se queda aburrido.
-¿Y temas?... los de costumbre:
carestía de la plaza,
lo mal de la servidumbre,
los mil quehaceres de casa,
que son una pesadumbre.
Luego cogen las tijeras
¡y me cortan cada blusa
que ya el Cortefiel quisiera!,
una zapatilla rusa
es a su lado cualquiera.
No se escapa a sus palabras,
lo juro por Belcebú,
ni el que maneja las aguas
ni los tíos de la luz,
y uno se salva por tablas.
Y en vista de todo esto,
yo propongo a los maridos
que tengamos un buen gesto
¡¡a visitas de cumplidos
pongamos todo el veto!!
OTRO CANTAR
Quería cantar a Jesús,
nuestro Padre soberano,
y juro por Belcebú,
que me han cogido la mano
con más lirismo y más luz.
¿Pero me voy a callar
si no son mis intenciones?
Como algo hay que contar
haré un canto a los sayones,
que ese ya es otro cantar.
Quitarlos ya se ha querido
pues en arte no son nada
y por el gran parecido
que tienen algunas caras
de amigos más distinguidos.
Otros, que por tradición
no se deben de quitar
pues siempre han visto al sayón
que de Cristo va detrás
con cadenas y escobón.
Yo, francamente, señores,
con gusto los quitaría
de ese retablo de flores
y sólo los dejaría
¡cómo signos exteriores!
DON CORNELIO
En un carrillo de estiércol
porque así venía de balde
ha llegado don Cornelio
a embargar a los alcaldes.
Como soy un tío mochales,
yo no sé lo que hacer
en Priego me ha colocado
un amigo de mi mujer.
Estoy parando en «Rosales»,
cierto que es un gran hotel,
pienso que estaré cebado,
cuando llegue San Andrés.
Las cuentas no las ajustan
por lo que voy a decir
porque al tío buchón le gusta
el comer de babuchín.
Ha llegado don Cornelio,
don Cornelio, don Cornelio:
«Si no es por el directorio,
pena me cuesta decirlo,
estoy en el cementerio.»
TANGO
En Priego se ha organizado,
casa de un serio señor,
porque a su hija de largo
aquella noche vistió.
Le ha cortado la melena,
por cierto que «a lo garçon»,
y aunque no estaba muy bella,
y aunque no estaba muy bella,
alguna edad le quitó.
Y todo a media luz,
el baile se empezó,
al son de la orquestina
café se repartió.
Y todo a media luz,
bebían con placer,
y salieron borrachas,
de allí al amanecer.
Bailaron bastante poco,
el caso yo no lo sé,
lo que sí sé es que se fueron
a la escalera a beber.
En tanto las forasteras,
solitas en el salón,
las de Priego en la escalera,
bebiendo en la tapadera,
pillaron el gran follón.
Y todo a media luz,
veréis lo que pasó,
que con las forasteras,
Fernando se quedó.
Y todo a media luz,
veréis lo que pasó,
que con las forasteras
«un hombre» se quedó.
DOÑA ANASTASIA
La infame Doña Anastasia,
amiga de los censores,
no ha muerto, no, por desgracia,
el Casino de Señores
le da asiento y ríe su gracia.
Cuando la dama refiere
la quema de los olivos,
los destrozos de la nieve,
lo caro de sus cultivos:
a nadie daña ni hiere.
Pero, cuando no es así,
porque el hecho no es corriente,
su lengua de bisturí
le va cortando a la gente
tiras de vario cariz.
No pasa persona alguna
que no salga «criticao»:
Este por hacer fortuna,
el otro que está «arruinao»,
aquel nació en mala cuna.
Fulano bebe sin tino,
zutano jugador nato,
y aquel, que no toma vino,
tragando bicarbonato
está arruinando el Casino.
¿Y esa crítica soez,
que no quiero transcribir
por ser contra la mujer?
¿Hay quien pueda resistir
tan enorme ordinariez?
¿No sería mucho mejor
meterse en la biblioteca,
a leer un buen autor?
Mientras tanto no se peca
y la cultura es mayor.
Ya tengo tirado el chino,
con más o con menos gracia,
y sin personal destino.
¡¡Somos muchos «Anastasias»
los que vamos al Casino!!
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