CARLOS RUIZ AGUILERA

Delante de tu Imagen, Jesús mío,

mi alma siente anhelos de grandeza

quisiera, ya que es mucha su pobreza,

hacerte donación de mi albedrío.

Mi mente se confunde y anonada,

pues siendo Tú mi Dios y Juez Eterno

permites que ensañe en Ti el infierno

con tal que mi alma sea rescatada.

Dame, Señor, tu lacerada mano

que son mis pasos torpes e inseguros,

sin Ti me veo envuelto en mil apuros

cayendo siempre al peso más liviano.

¡Señor, que tanta caridad me ofusca

y tanto amor parece despilfarro!

que yo no puedo darte sino barro

y es oro lo que tu cariño busca.

¿Qué puedo darte yo que a tu mirada

no cause nueva nube de tristeza?

¡si todo cuanto hay en mí es bajeza,

Si yo, Señor, apenas tengo nada![1]

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