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CANTO A LA VILLA (y otros poemas)
Del abogado Carlos Valverde Castilla presentamos varios temas dedicados a Priego y sus costumbres.
CARLOS VARVERDE CASTILLA
CANTO A LA VILLA
Villa que ufana te asomas
al pueblo de los Adarves:
¿qué tienes que la sonrisa
aleja de tu semblante?
¿acaso sigues pensando
en viejos lamentos árabes?
Mira orgullosa y verás
que el sol no puede humillarte,
que no hay nada que perturbe
la dulce paz de tus calles,
que por la noche la luna,
se asoma para besarte
que tu parroquia cristiana
da sombra al Castillo árabe.
Mira tus bellas mujeres
quebrando su esbelto talle:
todo a su paso se rinde,
¡son de reina sus andares!
Plazuela de San Antonio
donde rezan los amantes...
escudo en casa del Conde
con dos águilas reales...
casas blancas que se besan...
calle Real... los Adarves.
¿Qué tenéis de misterioso
que funde el amor y el arte
y en noches de luna clara
hace oír vagos cantares
y un suspiro en cada reja
y en cada esquina un romance?
Cuando en la fiesta del Corpus
pasa. el señor por tus calles
sobre una alfombra de juncia
entre tapices colgantes,
saben hacer sus amores
con mil flores, mil altares,
que tus calles son estrechas
pero tu alma es muy grande.
Con un susurro embrujado
cantan tus fuentes cristales
entre perfumes de albahaca
y blancura de azahares
que parecen trasplantados
desde morunos alcázares.
Eres por cristiana, novia;
y por musulmana, amante;
y por blanca y pura, hija;
y por buena y dulce, madre.
Vine esclavo de mi Musa
a contemplar tu semblante,
y siempre tendrás en mí
para que nadie te falte
un hombre más que te admire
y un poeta que te cante.
?
Farolas en tus esquinas,
claveles en tus herrajes,
blancas de cal tus fachadas,
blancas de lunas tus calles,
asómate con orgullo
al palco de los Adarves
y verás como el río
te canta viejos romances
mientras la Vega, rendida,
te manda un beso en el aire...
EL COMPÁS DE SAN FRANCISCO
Tres esquinas y un rincón,
una plazuela y tres calles,
una imagen de la Virgen
y alrededor siete árboles.
Cuatro pilares, niña,
cuatro pilares
tiene mi San Francisco
en los umbrales.
Y allí se posa
la Paloma más blanca
de las palomas.
Blanco de cal y de luna,
azul de mañana y tarde,
guarda silencios morunos
que no los profana nadie
esperando que Jesús
salga en sus andas triunfante,
para hacerse todo amor
y desbordarse en las calles
entre legiones romanas
y puntiagudos cofrades.
Por escaleras de nubes
bajan cantando los ángeles,
y hay un revuelo de estrellas
celosas de los ciriales.
El trono gira al empuje
del fervoroso oleaje,
como nave a la deriva
que va surcando los mares,
sobre un sin fin de cabezas
y de manos suplicantes.
La luna por verlo
se asoma a la torre
y son las campanas
capullos de bronce.
Mañana de sol. Dos viejas
besan a la mano a don Ángel.
Hay un muchacho que espera
y una muchacha que sale...
Juega un corro de chiquillos
en derredor de la imagen
cantando aquella serrana
que va cruzando los aires.
Cuatro pilares, niña,
cuatro pilares
tiene mi San Francisco
en los umbrales .
Y allí se posa
la Paloma más blanca
de las palomas.
LA CRUZ DE LA AURORA
En procesión de naranjos
con velas de flores blancas
va el pueblo por la Carrera
para rendirse a tus plantas
antes de morirse, humilde,
por la Puerta de Granada.
Tus brazos son dos veletas
que marcan sendas al alma:
uno muestra a san Nicasio,
patrón que tutela y guarda
este pedazo de tierra,
¡la más bendita de España!
Y otro mira a San Francisco,
relicario de esperanzas,
escudo de nuestra fe,
consuelo de nuestras lágrimas,
refugio de nuestras penas,
lugar de nuestras plegarias...
Aunque en la tierra se hunde
tu cuerpo de piedra blanca
su extremo mirando al cielo
le está enseñando a las almas
a tener los pies en tierra
y la mirada muy alta.
Tus clavos de hierro viejo
señalan divinas llagas
y son relojes de luna
que miden horas de calma.
Cuando la luna, en la noche,
sobre el suelo te retrata,
el agua llora en la fuente
de la Puerta de Granada
mientras el pueblo de Priego
viene a rendirse a tus plantas
en procesión de naranjos
con velas de flores blancas.
LA VIRGEN DE LA SALUD
Desde un trono de alabastro
estás presidiendo a Priego.
A tus plantas, un remanso
todo paz, todo sosiego,
donde al apuntar la aurora
se muere el primer lucero.
Al bautizar esa Fuente
¡qué buen nombre le pusieron!
Cuando la noche se mira
haciendo del agua espejo,
y no se oye otro ruido
que el que forman en concierto
el murmullo de la fuente
y el volar de los insectos,
a ti acuden, Virgen Santa,
dando gracias o pidiendo
los necesitados hijos
de tu católico pueblo.
Éste, por el hijo ausente,
ésta, por el hijo enfermo,
ésa, por el novio amado,
ése, por el padre muerto...
te dirigen suplicantes
sus miradas o sus rezos.
Y Tú los miras a todos
como una madre... ¡del Cielo!,
dando salud a las almas
más que salud a los cuerpos,
y no hay nadie que se vuelva
llorando si fue gimiendo.
Al bautizar esa Fuente
¡qué buen nombre le pusieron!
porque la Virgen bendita
que está presidiendo a Priego
sobre la paz del remanso
puso un pedazo de Cielo;
y en su trono de alabastro
forman celeste concierto
el murmullo de la Fuente,
el volar de los insectos
y las sentidas plegarias
de tu católico pueblo.
¡Y hasta la noche te mira
haciendo del agua espejo!
EL EMIGRANTE
En una mañana
húmeda de invierno,
silencioso y triste
se marchó del pueblo.
Atrás se quedaban
sus padres, gimiendo,
y sus hermanillos
y el querido abuelo
(el que lo llevaba
cuando era chicuelo
a trillar las parvas
allá en el Carnero,
sobre el mulo tordo,
sobre el mulo negro...),
allá se quedaba
soñando el regreso
la muchacha aquella
que le dio el pañuelo
cuando en la plazuela
hicieron el fuego
de la Candelaria
el pasado invierno.
Tan lejos camina,
¡tan lejos, tan lejos!,
que el alma se queda
y va solo el cuerpo
del pobre emigrante
al salir del pueblo.
Mas, la vida es dura
y no hay más remedio
que buscarse fuera
trabajo y sustento
que ya no da el campo,
que ya no da el pueblo.
Cerraron las fábricas,
cierran los comercios,
y con los tractores
no quedan muleros
-de aquellos que hacían,
cantando, barbechos-.
Tampoco es bastante
el querido huerto
que labró su padre,
que labró su abuelo,
y tiene en las lindes
un nogal ya viejo,
catorce membrillos
y cinco camuesos.
(¡Todo será pronto
bloques de cemento!).
Por eso se marcha
tan lejos, tan lejos?
Allá en la gran urbe
-donde añora el pueblo-
donde el pobrecillo
suda como un negro,
algunos le dicen
que esto es el progreso;
que estará muy pronto
juntando dinero
y el nivel de vida
subirá muy presto;
y tendrá un buen coche,
piso de soltero
y esas diversiones
que no hay en los pueblos.
Y es verdad que gana
Y junta dinero
(cantidad que a veces
le parece un sueño);
mas, con eso nunca
estará satisfecho
ni le quita el ansia
de volver al pueblo,
que está a todas horas
echando de menos,
y que el pobre siente
tan lejos, tan lejos?
En su carterilla
de plástico y cuero
una estampa lleva
con el Nazareno.
Y no pasa día
que no le dé un beso
después de rezarle
algún padrenuestro
por sus buenos padres
y por el abuelo,
y por sus hermanos
y la del pañuelo?
Y cuando la angustia
le estalla en el pecho
oración se vuelve
que llega hasta el cielo:
"¡Jesús, padre mío;
Jesús Nazareno!;
Tú que nos enseñas
con tu sufrimiento
haz, Señor, que pueda
en este destierro
seguir trabajando
y seguir sufriendo;
no para ser rico
que yo sólo quiero
juntar lo preciso
y volverme al pueblo.
Y allí con los míos
visitar tu templo,
subir al Calvario;
y en noches de invierno
sentir las canales
a chorros cayendo;
cenar en familia
junto a alegre fuego
y a nuestros auroros
oír entre sueños
Jesús Nazareno,
que aquí yo no muera,
¡tan lejos, tan lejos!
AL RELOJ DE L HOSPITAL
Con cara de luna llena
asomas a nuestro pueblo
mientras corren tus agujas
sin parar en pos del tiempo
acortando nuestras vidas
al girar su compás negro.
Sobre tu marco de piedra
te corona hierro viejo
aguantando los embates
de la lluvia y de los vientos;
y el primer rayo de sol
tú lo recibes primero,
y te saluda la luna
y te guiñan los luceros.
Tus largas piernas de alambre
con pies de macizos pesos
te hacen andar sin fatiga
a los acordes del tiempo.
Y tu dura voz de bronce
esparce a los cuatro vientos
los sones con que se rige
la vida de nuestro pueblo.
Aquel "capitán romano"
que fue Carlillos Marengo
te trajo en su viejo carro
por órdenes de mi abuelo
que, siendo Alcalde, te dio
al ponerte sobre Priego
la trascendental misión
de administrarnos el tiempo.
Y tú, tan bien la cumpliste,
que a golpes de minutero
has ido segando vidas
en fúnebre ministerio.
¡Cuántas miradas habrás
recibido, reloj viejo,
con más de cincuenta años
sentado en tu trono pétreo!
Cuando por las noches oigo
tus voces desde mi lecho
siento envidia de tu suerte
pues no le temes al tiempo,
y en cambio todos nosotros
bien señalada tenemos
la hora definitiva
entre tus números negros,
¡y el paso de tus agujas
nos va acercando a los muertos!
CUANDO PASA LA FERIA
¡Qué pronto, madre, se han ido
los cinco días de feria!
Todo el verano esperando
y planeando las fiestas,
cinco días que se viven
de la forma más intensa
y luego.., melancolía
con su poquillo de pena.
Viene a ser la Feria premio
de la agosteña faena.
Se acabó el verano
se pasó la Feria;
los estudiantes vuelven de nuevo
a sus tareas;
el labrador prepara
la sementera.
Final de las vacaciones,
ilusiones incompletas...
El sol ya, desde estos días,
alumbra de otra manera.
Septiembre, puerta de otoño,
es el mes de las tormentas;
no sé qué tiene su aire
de infinitas soledades y de penas.
Farolillos rotos,
guirnaldas secas,
¡qué pena me da de veros,
tristes despojos de pasadas fiestas!
Porque con vosotros
se nos fue la Feria
y vino el otoño,
la estación de las grandes tristezas.
LOS HERMANOS DE LA AURORA
¡Qué ya los siento venir!
Los Hermanos de la Aurora
están cantando en la esquina
sus ya centenarias coplas.
Que ya los siento venir,
¡mira, madre, cómo tocan!
Rondadores marianos
amantes de su Patrona,
le van desgranando nocturnos
en sus sabatinas rondas.
Campanilleros valientes
que sin temor a la atmósfera
le van cantando a la Virgen
del Alba como a una novia.
¡Qué ya se van alejando!
¡qué ya no entiendo sus coplas...!
Coplas tiradas al viento
con sueños de infancia rota
que van llenando el ambiente
de centenares de alcobas,
donde hay viejas que suspiran,
donde hay muchachas que lloran...
¿Por qué, di, madre, se van
tan pronto envueltos en sombras?
San Pedro se asoma a oírlos
a las puertas de la Gloria...
FUENTE DEL REY
Cientos de caños corean
con sus cánticos de plata
la carrera de Neptuno
sobre la pista del agua.
Los castaños del jardín
le prestan perpetua guardia.
Como nuevas Salomés
van llegando las muchachas
hasta el pretil de la Fuente
para llevarse las cántaras
llenas del agua fresquita
que la Fuente les depara;
y ellas en pago procuran
que al agacharse a llenarlas
se retraten sus semblantes
sobre el espejo del agua.
Esas aguas que despiden
cuarenta horribles carátulas
pasan besando tranquilas
las cantarinas cascadas
trenzando rayos de Sol
con sus espumas de nácar.
Rosas junto a los escaños
le dan constante fragancia.
Los caballos se han dormido
en eterna galopada
por no romper el encanto
de los murmullos del agua.
Las sirenas se han callado;
el león abrió sus garras;
el tridente de Neptuno
ya no peinará las algas,
y entonces viene la luna
como una novia romántica
para escuchar con tristeza
la eterna canción del agua.
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