Los economistas, nos han advertido insistentemente y desde hace bastante tiempo, que vivíamos en una falsa burbuja económica, en un estado de bienestar ficticio que de un
momento a otro iba a reventar, desencadenando una serie de carencias y vicisitudes que podían poner en peligro nuestra economía.
Pues bien, la burbuja ha explotado y nos ha pillado tan desprevenidos que ahora cuando nos obligue a apretamos el cinturón, no vamos a tener suficientes agujeros en él para poder ceñir a la cintura, y posiblemente desfallezcamos en el empeño.
Se acabaron los días de alegría, de dinero fácil para hacer compras millonarias de inmueble s, vehículos de alta gama, viajes caros y vacaciones paradisíacas. Todo esto, la mayoría, lo hemos querido disfrutar a cambio de préstamos e hipotecas interminables o para toda la vida, con intereses y un euribor revisable siempre al alza, poniendo al frente de los mismos, precarios trabajos y austeros salarios.
Ahora, los bancos han cerrado el grifo del dinero y los que han querido negociar, comprando con su dinero para especular, se han quedado pillado s en un callejón sin salida, pues ni pueden vender, ni pueden hacer frente a los préstamos e hipotecas. Nos ha pasado esto por ambiciosos, confiados e irresponsables y por querer jugar a hacemos ricos sin saber las consecuencias que a largo plazo nos iba a acarrear un sueño, del que rápidamente nos hemos despertado, convirtiéndose en un terrible pesadilla.
Han sido días de vino y rosas que han acabado con un sabor amargo a hiel.
Hemos disfrutado sin medida, de caprichos y antojos, la mayoría inútiles y sin sentido, sin tener en cuenta que la factura ha sido bastante abultada y que hay que pagarla después. El dinero se ha evaporado, el trabajo es cada vez más difícil de conservar y la tasa de parados aumenta de forma alarmante.
Ahora, quedan unas secuelas bastante difíciles de curar ya que estamos acostumbrados a la buena vida, al consumo desmesurado ya vivir de la fantasía y eso repercutirá negativamente en nuestra economía.
Esta situación será agobiante, traumática y dispar en el seno de la familia, ya que afectará tanto a los padres, como a los miembros de la misma que han invertido para casarse y crear la suya propia.
Los préstamos e hipotecas, no se podrán pagar y en el mejor de los casos se tendrán que reunificar para intentar cumplir con los compromisos adquiridos, todo esto hipotecándose para toda la vida.
Todo esto sin contar con la irrefrenable y tremenda subida de los precios, sobre todo, en los artículos de primera necesidad, que sin piedad, hacen que ni siquiera podamos llegar
a fin de mes.
No quisiera ser agorero, pero todo este huele a éxodo, a nuevas migraciones para poder sostener a la familia, y para no perder uno de los bienes más preciados de la misma que es la vivienda, la casa o el piso.