© RAFAEL INGLADA
I
EL PUEBLO
Para Antonio J. Mérida Cobo
PRIEGO es blanco como una mano. Fluye el sonido del agua incesantemente en el aire, y de sus gárgolas nace, celeste, esa contradicción de pueblo actual y de villa histórica. A veces se levanta, ondulante, sobre los ojos de quien contempla el latir del tiempo. Es una nostalgia ceñida a las espadañas de sus iglesias, arrimada al vacío, como si rompiera el silencio más triste de las horas que se le pasan. Me he asomado a las murallas para oler la plata de sus olivos, y cada Viernes Santo, dicen, viene la sombra de Dios a posarse en los rostros de los que le ofrecen, alzándolo, el hornazo. Por las noches, el azogue de las fuentes detiene su llanto de papel rasgado, con una leve mueca de algo que se le ha perdido en mitad del camino. El pueblo parece mirarse en el reflejo dulce de la cal y en el calor que le da el aroma violeta de las lavandas. Nadie sabe bien cómo se comban las ramas, ni hacia dónde se proyectan las copas de los árboles de sus paseos. A veces oigo tañer las campanas de la Asunción como un aviso melancólico de la luna. Mientras, al fondo, una ráfaga de pájaros rompe, con su relámpago de alas, el fanal donde crece la arquitectura de su cielo. Existe un rumor cercado por surtidores que van a dar al vacío de la Villa, con su balconada que surge de lo más profundo y -al final, como si fuera una amante rendida por la luz- se rompe. Desde allí oigo acelerar las torvas nubes su paso, esas nubes que se detienen por unos instantes para contemplar el sigilo de un pueblo que duerme en la mansedumbre de la siesta. Nunca tuvo Andalucía tanta quietud como la que da el destello innombrable de su sombra. Priego es blanco como una mano...
II
PRIEGO DE CÓRDOBA
GRITO blanco de Dios, quién te cantara
hasta romper la piedra de tu Fuente.
¡Oh, Priego abierto al aire, y como frente
la flor que da tu Adarve henchida y clara!
A tus torres la sombra se dispara
como si te creciera de repente.
Pueblo de luz barroca que presiente
que el tiempo del amor se le declara.
Vuelve los ojos, Priego estremecido
por cada campanada, y su latido
te acoja firme al arco de su seno.
La plata en tu olivar su lumbre cierra
cuando tú te arrodillas en la tierra
para que te bendiga el Nazareno[14].
MEDINA BAHIGA
(Priego de Córdoba)
Para Antonio Mérida
Los Arcanos, se mueven por tus cales,
pueblo del llanto en aras verdecido;
a mi retina inundas cuando sales
de tu muralla y de tu Sol dormido.
Dame tu pan de espesos manantiales,
tu cabello de mapa estremecido;
dame tu lengua tibia de cristales
y el oro de tus piedras si me olvido.
Fuente de mi estatura, mármol quieto,
a mis ojos sin brújula sujeto,
sangre de los zumaques persignados,
cuando Agosto te quema su agrio cisco
con su calor de muerte, y mis pecados
bendice un Nazareno en San Francisco.
(2005)